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miércoles, 28 de marzo de 2007

Vivir para merecer su nombre

El domingo recién pasado, Canal 13 estrenó su "floreada" serie conmemorativa al bicentenario "Héroes: la gloria tiene su precio".


El personaje escogido para el debut fue Bernardo O'higgins. Complicado inicio, porque dejando de lado el tema técnico de poner en escena la vida del Director Supremo que consolidó el proceso de independencia de nuestro Chile, la vida del llamado "padre de la patria" es compleja debido a que en él se entrecruzan rasgos tan disímiles como su origen familiar, su rol de estadista, su posición social en un país en extremo discriminador sobre todo por el lado de la aristocracia, su filiación con la masonería argentina, todos elementos que definen una personalidad introvertida y muy susceptible a la influencia de terceros.




La serie pasó la prueba. Tanto a ojos del público como al de los expertos, quienes objetaron sólo algunos detalles ínfimos como la relación de O'higgins con Rosario Puga, el trabajo televisivo fue de una factura más que aceptable. Valga señalar al respecto, eso sí, que a ratos la narración se volvía lenta en demasía, fustigando excesivamente con la imagen de Isabel Riquelme como la "Primera dama" e igualmente con la figura de la amante ya mencionada. No obstante lo anterior, hay que resaltar que el programa no es un documental histórico ni tampoco lo pretende ser; más bien, se trata de rescatar a personajes de nuestra historia y mostrarlos a la platea como seres humanos de carne y hueso, con vicios y virtudes, con sus aciertos y sus errores. Con respecto a esto último creo que queda manifiesta la fuerte injerencia de la "Logia Lautarina", encarnada en José de San Martín, en la obra política del prócer: ejemplos concretos son el asesinato de los hermanos Carrera en la ciudad de Mendoza y el vil ajusticiamiento de Manuel Rodríguez, ambos hechos que serán fundamentales para la abdicación de O'higgins en 1823.



Acápite especial requiere la condición de hijo ilegítimo de O'higgins - huacho en buen chileno - que ocupa varios flashbacks durante el capítulo recurriendo a notas explicativas de la relación de éste cuando niño con su padre, el virrey español Ambrosio O'higgins . Esta recurrencia es entroncada en el guíon con el hijo - Demetrio -, también ilegítimo de Bernardo con Rosario, quien a la postre partirá con su familia paterna al exilio en Perú tras la abdicación del Director Supremo. Esta condición social separa a O'higgins de la aristocracia, quien lo denosta constantemente restregándole su origen. Esto haría suponer todas las medidas que tomó el gobernante en contra del patriciado chileno; basta recordar el intento de abolición de los mayorazgos, la supresión de los títulos de nobleza, la abolición de los escudos de armas, la prohibición de peleas de gallo, de corridas de toros, de juegos de naipe y de las chinganas, además de la creación de la Legión del Mérito (según O'higgins la nobleza debía ser ganada y no heredada), todos golpes flagrantes en contra de la aristocracia chilena.
Además, sería conveniente señalar que la relación de los dos O'higgins fue bastante traumática, pues el padre trató por todos los medios posibles de templar el carácter del hijo impidiendo que éste generara lazos afectivos con familiares y con amigos: cada vez que Bernardo generaba lazos en algún lugar, su padre lo trasladaba a otro. Ocurrió en Perú, Inglaterra y España, además de la separación de su madre y hermana a temprana edad. Con estos antecedentes queda clara esta personalidad ensimismada, retraída y permeable a las voces de otros que tuvo O'higgins durante su vida.


En fin, buena apuesta de la televisión chilena para acercar la historia - aunque sea ficcionada - a la gente y a la juventud en especial, para que ésta conozca pasajes de nuestro pasado y generemos de una vez y por todas filiación con nuestros hombres y mujeres que construyeron lo que somos en el presente.


Habrá que estar atentos a la próxima entrega, el último domingo de abril, la que nos traerá al olvidado pero trascendente hombre del proceso independentista chileno, don José Miguel Carrera y Verdugo.

miércoles, 21 de marzo de 2007

Los estragos del olvido: Ni tan huerfano, ni tan despojado (I)



Quiero, por primera vez en este blog, hacer una proclama. Una declaración de principios que, aunque suene pedante y soberbia, me define entre tantas y muchas cosas que logran identificarme.

Soy historiador. Tal vez por las vicisitudes de la vida, he dejado de lado por un rato la investigación, área dentro de mi profesión que desde siempre me apasionó. Sobre todo desde que descubrí la tendencia historiográfica que me identifica, los Annales franceses. Sin embargo, esta semana confluyeron dos hechos que me llevan a escribir estas líneas. Primero, el inicio del año preuniversitario y la necesidad de preparar una clase que intente explicar en qué consiste la disciplina y los elementos que confluyen en esa definición: Particular interés en la definición de "tiempo histórico". En segundo lugar, a propósito de aquello que les comentaba, y actualizando mis anquilosados conocimientos, me dispuse a revisar las últimas publicaciones sobre esta Escuela y gran sorpresa cuando me encontré con el texto de una conferencia del prestigioso profesor español Carlos Barros - Universidad de Santiago de Compostela - que señala tajante: "Hoy la Escuela de Annales no existe". Una puñalada en el pecho hubiera sido poco al leer semejante sentencia. Por primera vez en mucho tiempo me sentí un huérfano, un huacho de mierda.


Pero ¿qué es Annales? ¿Por qué tanta faramalla con la fracesita aquella?


En 1929, dos historiadores franceses fundaban la Escuela de Annales de Historia Económica y Social: Lucièn Febvre y Marc Bloch. Suena tautológico decir que fueron tremendos historiadores y sería obvio señalar que marcaron la historiografía del siglo pasado. Pero para el lector lego en estas aguas vale señalar que su sello pasó por dejar de lado la historia política, positivista, decimonónica, inspirada en fechas y batallas, dada a las biografías somnolientas de efeméride escolar para dar paso a la historia de los grandes procesos que "marcan a fuego" los gestos, las representaciones de los hombres de su tiempo a través de la exacerbación de una metodología de corte más bien materialista que usa y abusa de los cuadros estadísticos, de las series numéricas, de las "mentalidades" y de la interdisciplinariedad. La ciencia histórica más que nunca se adueñaba de las prestaciones de las Ciencias Sociales - psicología histórica, antropología estructural, lingüística, etc. - reafirmándose en este método como la patrona de éstas. Febvre en "Combates por la Historia" lo explicita como sólo él lo podría haber hecho: "Ese polen milenario - refiriéndose al objeto de estudio de un botánico tal vez - es un documento para la historia. La historia hace con él su miel, porque la historia se edifica, sin exclusión, con todo lo que el ingenio de los hombres pueda inventar y combinar para suplir el silencio de los textos, los estragos del olvido".

Desde esa temprana segunda década del S. XX hasta acá los Annales vieron grandes cambios metodológicos y de nomenclatura para el quehacer histórico. Desde uno de los inspiradores de Febvre y de Bloch - Vidal de la Blanche - hasta George Duby y Jacques Le Goff, los miembros de esta escuela historiográfica no sólo se trasladaron de Estrasburgo a París o cambiaron de nombre a la Escuela, sino que reorientaron el trabajo del historiador - disonantemente a veces - a la vez que le entregaron herramientas, temáticas, paradigmas e innovaciones metodológicas colmadas de nuevos aires a una ciencia anquilosada por el positivismo alemán de fines del XIX (que Ranke me perdone).


Hace unos días, leyendo al historiador mexicano Manuel Moreno caí en cuenta que esta orfandad que sentí al leer aquella frase citada era sólo un embate efímero. Uno, porque el hecho que existan historiadores que trabajan temas relacionados con la demografía histórica, la mujer, la muerte, la fiesta, la religiosidad popular, etc. no hace más que ratificar el legado de estos historiadores; y dos, porque la gran tarea de Annales fue pactar un compromiso social de alta divulgación de la historia. Para esta Escuela el historiador no debe ser un "anticuario" o un "guardián celoso" de los hechos históricos, por el contrario, debe velar porque exista una fuerte ligazón Academia - Sociedad y asi ayudar a que los seres humanos vivan mejor, conciliando pasado / presente / futuro.


miércoles, 14 de marzo de 2007

Ofelia, Vidal y el sombrerero!



El sombrerero ha hecho de las suyas...pero esta vez para redimir del sufrimiento de perder el padre, asumir la llegada a un nuevo hogar - un entorno boscoso y plagado de montañas en el norte de España -, contar con un "nuevo" padre intratable y demencialmente sádico y, como si fuera poco, alentar a su madre que carga con un embarazo problemático. Este es el panorama que vive Ofelia, la protagonista de "El Laberinto del Fauno".


Dada a la lectura de cuentos de hadas, Ofelia encuentra en ellos una dimensión paralela a la cual huir de su delesnable existencia. Ahi entra el "sombrerero", para crear universos paralelos, ensoñados, con castillos y reyes mesiánicos...pero antes tres misiones llenas de travesías fantásticas deberá completar la niña.


Guillermo Del Toro, director del filme, construye espacios mágicos, personajes no muy estéticos a la vista de un niño (si de Ofelia), pero agiorna de barroco el entorno: el mundo paralelo de Ofelia es oscuro, los saltamontes y las hadas suelen mutarse, el fauno aparece como lo que es pero en zancos, una mandrágora retozando en leche se retuerce para darle salud a la madre de la niña (Ariadna Gil. Nueces para el amor).


Pero, finalmente, es un sueño. El capitán Vidal( Sergi López), padrastro de Ofelia, está obsesionado con terminar la resistencia roja antifranquista apostada en los cerros que rodean el bosque donde juega la niña y, como si fuera poco, no le importa la salud de su mujer ( Carmen ) sino que pretende que ésta le de un hijo hombre a cualquier precio. No escatimará todo tipo de recursos para conseguir sus objetivos. Tarde o temprano, entonces, el nexo entre lo real y lo imaginario tendrá que aparecer. Maribel Verdú - si la misma de Y tu mamá también -, criada del capitán e infiltrada en este destacamento anti - rojos, viene a representar la bondad y la esperanza para Ofelia en un mundo donde éstas parecen haber sido reemplazadas por el odio, la intolerancia, la crueldad y la infamia.


En este contexto, el sombrerero - y sólo por esta vez - intentó una tarea no tan infame como a la que tiene acostumbrado a Gotham; sin embargo Vidal, Franco y todo el dispositivo que dispuso el gobierno español post guerra civil para aplacar a la sociedad hispana, se ganaron una celda en este asilo en el cual abundan personajes como estos.




miércoles, 7 de marzo de 2007

Una corona de caridad para Baudrillard


Los sistemas penitenciarios y represores de la libertad no siempre gozan de la simpatía de todos en cuanto métodos de acción. Los métodos y las implicancias de la coacción individual y social son, en ese escenario, objeto de repudio, de descredito, de desafiliación con respecto a la misión resocializadora de estos dispositivos.

Arkham no debería ser la excepción. Bajo riesgo de apercibimiento por la soberbia que me insta a plantear lo siguiente, Baudrillard compartiría conmigo que este asilo es un claro ejemplo del principio de la hiper - realidad (concepto que se convirtió con el paso del tiempo en uno de los principales objetos de estudio de la obra del sociólogo francés).
A manera de un escuálido homenaje, tras su fallecimiento, en París, quiero fortalecer la definición del asilo de Arkham que hacíamos en la entrada pasada.
Lo real es una copia de lo "Real": Arkham es una representación, es una imagen del entramado social "ordenado" al cual nos determina la propaganda política y económica de los nichos de poder.
Observo a través de este asilo y no hago otra cosa que reconocerme a mi mismo y a la trama societal en definitiva: El desafío de la diferencia, que constituye al sujeto especularmente, siempre a partir de un otro que nos seduce o al que seducimos, al que miramos y por el que somos vistos. Somos, en este sentido, ser para otros y no sólo por la teatralidad propia de la vida social, sino porque la mirada del otro nos constituye, en ella y por ella nos reconocemos. La constitución de nuestra identidad tiene lugar desde la alteridad, desde la mirada del otro que me objetiva, que me convierte en espectáculo. Ante él estoy en escena, experimentando las tortuosas exigencias de la teatralidad de la vida social. Lo característico de la frivolidad es la ausencia de esencia, de peso, de centralidad en toda la realidad, y por tanto, la reducción de todo lo real a mera apariencia.


"Lo real no es sólo aquello que puede ser reproducido, sino aquello que siempre está ya reproducido, esto es lo hiperreal... o sea completamente una simulación."

"Detrás de la orgía de las imágenes, el mundo se oculta, se disfraza."

Jean Baudrillard

jueves, 1 de marzo de 2007

Vigilar y Castigar...


Hemos presentado nuestra trama espacial: Un asilo tomado de caricaturas inspirado en la obra de Bob Kane. Pero ¿qué trasunta en nuestras vidas o por qué plantear este modelo de sociedad en un blog que aspira a ser una tribuna de opinión acerca de los viajes, del retorno, de las búsquedas hacia las claves discursivas de los individuos y de nuestra sociedad? Partiremos de lo básico. ¿Qué es Arkham?

El sociólogo alemán Niklas Lühmann plantea que la sociedad actual corresponde a una sociedad funcionalmente diferenciada - nomenclatura que será trabajada en otra entrada -, estrato que es la superación de otro nivel llamado sociedad estratificada, trazo histórico que implica en pocas palabras el medioevo y la época moderna. Ahora bien, una de las interpretaciones más logradas acerca del paso de estas sociedades estratificadas a las funcionalmente diferenciadas es la realizada por Michel Foucault cuando éste se propone estudiar aquel momento de irrupción en la modernidad a través de un "remaquillado" concepto de poder: no sólo aquel poder institucionalizado a través de la política, mas bien aquel que atendía a la emergencia de una multiplicidad de eventos singulares que, ramificados, se extendían por todos los ámbitos de las sociedad decimonónica y que delineaban una "sociedad disciplinaria" extendida a todos los ámbitos de la vida cotidiana.

El soporte de esta transformación pasa por el cambio de eje social del momento: el terrateniente feudal da paso al burgués, éste último hijo del sistema económico triunfante y que en el afán de lucro y en la racionalidad económica ve girar todo lo que le rodea. Ese mismo hombre que en la Edad Media y en la Alta Edad Moderna luchaba contra el pillaje y el bandolerismo campesino en función de la defensa del prestigio social que le reportaba el sistema, desde 1790 en adelante se preocupa por mantener los talleres con las máquinas en óptimo estado para el buen rendimiento fabril, por procurarse de materias primas y de mantener un stock para la demanda creciente de una Europa demográficamente en expansión. Esta nueva realidad llevó al burgués a depender en exceso del obrero, de quien, por ese pasado colmado de ilegalismos, se protegerá de manera mucho más activa que del campesino feudal.

La teoría foucaultiana apunta, entonces, a manifestar el control que la clase productiva ejerce sobre el obrero en términos de evitar formas asociadas al pillaje pero, más específicamente, el control va más allá: la génesis de estos dispositivos de vigilancia está asociada a la idea de que un individuo puede vigilar a todo el mundo a través del "manejo del espíritu"; por ende, todos los subsistemas - en términos luhmannianos - estarían aglutinados en la sociedad panóptica que parte del taller industrial y se generaliza al sistema judicial y penal sólo por citar algunos. ¿De qué forma? A través de la denominada "economía del cuerpo", es decir, aquella composición de fuerzas que forman parte de este dispositivo normalizador que ordena y articula las fuerzas corporales individuales de modo que se articulen máquinas eficaces insertas dentro de un aparato productivo ligado a las nuevas manifestaciones económicas y sociales de fines del S. XVIII y principios del XIX. Esta nueva concepción de sociedad se materializa en lo que Foucault denomina la regla de los emplazamientos funcionales, o sea lugares determinados para vigilar, para romper las comunicaciones peligrosas y, a la vez, para canalizar los cuerpos en todas las implicancias estructurales asociadas que enfatizan los espacios cerrados, el claustro, el encierro en último término. De allí que una multiplicidad de subsistemas estarían circunscritos en este principio, como por ejemplo los colegios, los hospitales, las empresas, los juzgados, etc. en donde el "encierro" es la manifestación de una serie de comunicaciones que el subsistema acoge y hace funcionar como verdaderos o falsos, el modo cómo se sancionan unos a otros: comunicación que, a fin de cuentas, se convierte en el estatuto de quienes están a cargo de decir lo que funciona como verdadero.

La validez de Foucault estriba en que estas formas de sociabilidad estarían caracterizadas por cinco rasgos que han estado presente desde el nacimiento de la modernidad y que hoy son posibles de encontrar en la sociedad global en la cual nos insertamos:

1. La "verdad" está centrada sobre la forma del discurso científico y sobre las instituciones que lo producen.

2. Está sometida a una constante incitación económica y política.

3. Es objeto, bajo diversas formas, de una inmensa difusión y consumo.

4. Es promovida y transmitida bajo el control no exclusivo, pero dominante, de algunos grandes aparatos políticos o económicos.

5. Es la causal de todo un debate político y de enfrentamientos sociales.
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