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lunes, 2 de agosto de 2010

Ascensor Cordillera, 70 grados al cielo


Contradicciones de la política, del sistema, de lo que fuere. En la página de la Ilustre Municipalidad de Valparaíso se señala que el ascensor Cordillera está en "en plena vigencia".

La opinión pública hizo eco este fin de semana del cierre a las 21.30 del sábado 31 de julio de este ascensor que tiene su validez histórica, entre otras, de haber sido el segundo en haber sido construido en 1887 (no en 1894 como señala la ya citada página de la Municipalidad porteña). Su validez histórica también radica en que está en el tramado del casco patrimonial reconocido por la UNESCO, la que siempre ha estado exigiendo el mantenimiento de esta área patrimonial. Sin embargo, el compromiso de las autoridades políticas del municipio, de privados y, en menor medida, de los usuarios, quienes señalaron que el ascensor no iba a cerrar, desacertaron y ahi están las consecuencias: aparte de una vista espectacular al puerto cuando uno baja desde la Pza. Eleuterio Ramírez, hay consecuencias humanas: la "escalera de la muerte" será el único medio de acceso a esta plaza, al museo Lord Cochrane y al Museo - y café - de Lukas.

Con una gradiente de 70º - lo que lo hacía el ascensor más empinado de los del Puerto - alcanzaba una cota de 30 mts. sobre el nivel del mar. Era administrado por la Cia. de ascensores mecánicos de Valparaíso, quien fue la que tomó la decisión en función de que no era autosustentable sin la ayuda de fondos provenientes de otros lados. 20 millones de dólares costaría salvar los pocos ascensores que aún siguen funcionando y devolverle al cerro Cordillera su ascensor, sin embargo parece no haber voluntad. Se prefiere subir el valor del Transantiago descaradamente a costa de los usuarios y así el gobierno desligarse del tema sustento, bien. Pero porque no desentralizar fondos para la recuperación de estos actores de la historia porteña.

La fragilidad del Cordillera va más allá de materialidad liviana, su puerta de doble hojilla y vidrios, y sus dos rieles enclavados en el cerro en hormigón. También, su fragilidad va por nuestro escaso acerbo histórico y pertenencia a lo local en detrimento de otros intereses llámense políticos, económicos o lo que sea.

En virtud de no seguir perdiendo algo no solamente local sino que, también, nacional apelemos a que voluntades que quieran conservar algo tan nuestro en el año del bicentenario aunen deseos en pos de no matar a este monumento de 123 años que soportando un incendio ha sobrevivido estoicamente no solamente al paso del tiempo.

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