Creo que históricamente esta entrega es la más débil de las cuatro que se han exhibido, puesto que la historia central se enfoca en la vida privada de Portales más que en su gestión política. Hasta ahí todo bien, sin embargo la historia presenta algunas "lagunas" bastante trascendentales a la hora de entender ese mismo ámbito privado como por ejemplo la aparición espontánea y de la nada de Constanza de Nordenflicht, una mujer peruana que se convirtió en la amante de Portales y que le dio tres hijos nunca reconocidos por éste, situación que se subentiende tras la promesa de jamás volver a casarse tras la muerte de su esposa y amor de toda su vida: Josefa Portales y Larraín o "mi dulce Chepa" como él la solía, cariñosamente, llamar. Tampoco queda claro la situación histórica de su padre, don José Santiago Portales y Larraín, quien aparece exiliado a la isla de Juan Fernández en el año 1808, cuando en ese año el proceso de independencia aún no comenzaba y, por ende, los exilios a los patriotas tampoco. En tercer lugar, se omite absolutamente el rol de comerciante de Portales, hecho que primero lo llevó a asentarse en Perú durante algunos años, a formar una empresa con su socio de toda la vida, José Manuel Cea y, como consecuencia de estos sucesos, a hacerse del estanco del tabaco - monopolio a través del cual esta empresa gozaría del monopolio en la venta de este producto en Chile - durante los primeros años del Chile independiente. Es este negocio y su estruendoso fracaso lo que llevará a Portales a interesarse por la política, y más que por la política, su foco estuvo en la eliminación del espectro político de la facción liberal - o pipiola - que entre 1827 y 1829 gozó del poder político y que fue responzabilizada por Portales del fracaso de su negocio.
Lo que si se agradece del telefilme es que se muestra toda la pasión y la entrega que Portales puso en la organización de la naciente república, sin ahondar en la misma problemática de la organización. Tema, que por lo demás, está velado por la "mediocridad" intelectual de este anti - héroe que sólo se deja ver a través de las innumerables cartas que escribió a sus cercanos y desde donde se puede apreciar el ideario político portaliano con todo su pragmatismo político puesto al servicio de la modelación de virtudes políticas entre los habitantes del país (si es que puede llamarse habitantes a la minoría aristocrática del país, la que había manejado los destinos de la incipiente república desde la abdicación de O'higgins), lo que queda sobre manera explicitado en la frase "palos y bizcocho" como única forma de tratar a los individuos.
El hecho de que el sistema portaliano se haya extendido hasta 1891, ha generado en alguna historiografía que la figura de Portales se conciba como la del verdadero organizador de la república, y no sin razón. Diego Portales, algo contradictoriamente, señaló que todo gobierno debía basarse en principios y no en personas (atacando los caudillismos típicos del período post independencia). Dichos principios debían estar encarnados en leyes que estuvieran por sobre los individuos para que éstas modelaran el comportamiento cívico de los individuos: Su mayor expresión fue la Constitución de 1833. Misma de la que Portales en más de una oportunidad, mirando a través de sus valores políticos - muchas veces subvertidos a la mirada convencional - se burló: "De mí se decirle que con ley o sin ella, esa señora que llaman la Constitución, hay que violarla cuando las circunstancias son extremas. Y ¡qué importa que lo sea, cuando en un año la parvulita lo ha sido tantas veces por su perfecta inutilidad".
A la luz de lo ya planteado queda claro cuán controversial resulta hasta hoy la figura portaliana: Querido y adorado por algunos sectores - más bien conservadores -, denostado y odiado por la izquierda intelectual y política por ser un referente del autoritarismo político. Aún así esta figura sigue siendo objeto de análisis por su protagonismo en la organización del Chile independiente y en 2005 volvió al tapete tras encontrarse sus restos en la catedral de Santiago en donde había yacido olvidado y extraviado por mucho más de un siglo. Las paradojas de la historia. Renegó de Dios por haberle quitado a su mujer e hijos y tras ser cautivado en Quillota y fusilado en Valparaíso en 1837 de manera bastante salvaje pues resistió a las balas para luego ser acuchillado en más de treinta oportunidades por bayonetas, sus restos fueron a parar a donde menos hubiera él deseado probablemente.
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