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martes, 3 de agosto de 2010

Espartaco - mito y realidad

Por estos días el gladiador insurrecto de la historia romana ha cobrado protagonismo en la serie de TV "Spartacus, blood and sand", la cual hasta el momento mezcla elementos reales con los típicos axiomas de la entretención: sangre, sexo, intrigas y el mundo romano que siempre ha llamado la atención, generalmente por morbo y pocas veces por un enriquecimiento histórico. Con un toque a 300 en lo que a efectos especiales se refiere el show es entretenido y adictivo, menos para mentes pacatas claro está.

Espartaco era un habitante de Tracia, pueblo no conquistado por Roma pero si tributario de éste. Mientras Roma estaba en campaña para tomarse el reino de Mitrídates en el Ponto (Asia Menor), Espartaco se sublevó de los romanos y se dedicó al pillaje y bandidaje en la zona. Seguramente, los romanos lo capturaron y conociendo las virtudes de los tracianos para la guerra lo llevaron a Capua al ludus (escuela de gladiadores) de Cneo Batiato en donde compenzó a pelear hasta cuando se dio cuenta de la realidad que vivían ellos y los esclavos de Roma en general. Era el año 73 a.C. según algunas fuentes, cuando el traciano ideó la revuelta de los esclavos o la "Guerra de Espartaco" (Bellum Spartacium).

"Las fieras rabiosas" como son definidas por las fuentes el pseudo-ejército emancipado, escaparon robando armas y comida al Vesubio. Es allí donde se comienzan a unir fuerzas: esclavos y campesinos empobrecidos que bajo una jerarquía cuestionable comenzaron a avanzar hacia el norte saqueando para poder  sobrevivir. Setenta mil hombres se calcula que llegó a tener esta empresa a cargo de Espartaco y sus compañeros de gladium, Criso y Enomao, los otros cabecillas de la revuelta.

Los romanos que no veían en esta situación algo de cuidado mandó la mitad de una legión a repeler la insurrección para asi evitar el paso hacia el sur. Enomao cae en batalla y las tropas de Espartaco siguen al norte bordeando el Mar Adriático. Ante los acontecimientos, Roma envió a sus dos cónsules a repeler el avance de Espartaco. Según apuntan las fuentes, los discensos de Criso y el tracio los llevaron a separarse por conflictos de intereses y liderazgo o bien fue una estrategia militar constituyendo este ejército como la retaguardia del gladiador. Esto le costó la vida al galo (Criso) y a treinta mil rebeldes. Ya en Módena, a los pies de los Alpes, surge la interrogante ¿Por qué no escapar de Italia? Espartaco quemó la ciudad y dio vuelta atrás para segui camino al sur. En esto vio Roma que la sublevación podía ser una nueva Guerra Púnica y Spartacus un nuevo Aníbal Barca.

Era el turno de Craso, general romano poco ortodoxo, quien tenía como misión detener a Espartaco. Su intención alejarlo de Roma. Fue vencido y el tracio llegó a las costas colindantes con Sicilia pactando con piratas de allí el paso de las tropas del gladiador. Los piratas desconocieron el trato, no devolvieron el dinero - obvio - y Craso cercó la península entre el Jónico y el Tirreno creyendo que cercados se acabaría todo. Espartaco salvó el obstáculo sin problemas.

El héroe romano del momento era Pompeyo, general romano que acababa de incorporar Hispania a Roma, por lo que lo mandaron a llamar con la consiguiente furia de Craso. Finalmente, por el norte Pompeyo, por el sur Craso y por el Adriático Varrón Lúculo a Espartaco no le quedó más que enfrentar a Craso en un campo que se desconoce (Apulia tal vez)y, en un acto sin sentido, acuchilló a su caballo emulando algún rito tracio a lo mejor con su posterior muerte de una lanza en el muslo y luego el remate definitivo. De los cuarenta mil muertos, se desconoce el paradero de Espartaco y los que salvaron con vida, lo más probable, es que Pompeyo que había llegado con los hechos consumados los haya ajusticiado: Cerca de tres mil sobrevivientes fueron crucificados en la Via Apia como símbolo del poder romano.

Espartaco durante la historia a sido invocado, generalmente, como un individuo reivindicativo de las injusticias. Marx, el movimiento spartakista alemán de 1916 y Lenin quien lo reconoce como el héroe más grande de los movimientos servilistas.

Hoy, se puede ver esta historia - novelada - en TV cerrada los domingos por la noche en City Max.

lunes, 2 de agosto de 2010

Ascensor Cordillera, 70 grados al cielo


Contradicciones de la política, del sistema, de lo que fuere. En la página de la Ilustre Municipalidad de Valparaíso se señala que el ascensor Cordillera está en "en plena vigencia".

La opinión pública hizo eco este fin de semana del cierre a las 21.30 del sábado 31 de julio de este ascensor que tiene su validez histórica, entre otras, de haber sido el segundo en haber sido construido en 1887 (no en 1894 como señala la ya citada página de la Municipalidad porteña). Su validez histórica también radica en que está en el tramado del casco patrimonial reconocido por la UNESCO, la que siempre ha estado exigiendo el mantenimiento de esta área patrimonial. Sin embargo, el compromiso de las autoridades políticas del municipio, de privados y, en menor medida, de los usuarios, quienes señalaron que el ascensor no iba a cerrar, desacertaron y ahi están las consecuencias: aparte de una vista espectacular al puerto cuando uno baja desde la Pza. Eleuterio Ramírez, hay consecuencias humanas: la "escalera de la muerte" será el único medio de acceso a esta plaza, al museo Lord Cochrane y al Museo - y café - de Lukas.

Con una gradiente de 70º - lo que lo hacía el ascensor más empinado de los del Puerto - alcanzaba una cota de 30 mts. sobre el nivel del mar. Era administrado por la Cia. de ascensores mecánicos de Valparaíso, quien fue la que tomó la decisión en función de que no era autosustentable sin la ayuda de fondos provenientes de otros lados. 20 millones de dólares costaría salvar los pocos ascensores que aún siguen funcionando y devolverle al cerro Cordillera su ascensor, sin embargo parece no haber voluntad. Se prefiere subir el valor del Transantiago descaradamente a costa de los usuarios y así el gobierno desligarse del tema sustento, bien. Pero porque no desentralizar fondos para la recuperación de estos actores de la historia porteña.

La fragilidad del Cordillera va más allá de materialidad liviana, su puerta de doble hojilla y vidrios, y sus dos rieles enclavados en el cerro en hormigón. También, su fragilidad va por nuestro escaso acerbo histórico y pertenencia a lo local en detrimento de otros intereses llámense políticos, económicos o lo que sea.

En virtud de no seguir perdiendo algo no solamente local sino que, también, nacional apelemos a que voluntades que quieran conservar algo tan nuestro en el año del bicentenario aunen deseos en pos de no matar a este monumento de 123 años que soportando un incendio ha sobrevivido estoicamente no solamente al paso del tiempo.

domingo, 21 de diciembre de 2008

"De carteritas"

Se ha visto algo más ridículo, poco útil (aunque ellas defienden lo contrario) e infatuo que la carterita que llevan las féminas masivamente a las fiestas nupciales. No tienen mayor utilidad que guardar algunas menudencias. Sin embargo, surge una contradicción: cuando se tilda de ridícula a estas "carteritas" no se sabe que el origen de esta palabra en latín significa "bolsa manual que usaban las señoras para llevar el pañuelo y otras menudencias". Cosas de mujeres y de etimología.

miércoles, 26 de noviembre de 2008

Evolución histórica del género en Chile (2ª parte)

Hacia mediados del S. XIX, con la bonanza que había traído a Chile las exportaciones de trigo, de plata y de carbón, el foco comercial se trasladó paulatinamente al puerto de Valparaíso, lugar al cual llegarían innumerables emigrantes que venían dispuestos a llevar a cabo actividades de corte mercantil. La figura económica del no intervencionismo del Estado en actividades comerciales sedujo aún más a ingleses y franceses que llegaron a Chile y rápidamente cobraron una importancia social que fue desplazando paulatinamente a la aristocracia terrateniente a planos secundarios.

La vida social, igualmente, se transformó, pues estos extranjeros traían toda una carga cultural que la entregaban en las obligadas tertulias. El estilo de vida europeo y el liberalismo político comenzó a seducir a los más altos círculos de la vida porteña y santiaguina.

Es en estos círculos, donde la mujer comenzó a entrar paulatinamente para imbuirse en el ámbito cultural. Claro está, sin renunciar a todos aquellos mandatos que la Iglesia les imponía desde el S. XVIII, como era el "taparse" para no mostrar esa intimidad tan codiciada por el sexo opuesto. Sin embargo, rápidamente se tranformaron en verdaderas "reinas" de los palacios que las riquezas mercantiles se mandaron a construir, fruto de las buenas inversiones realizadas.

Paulatinamente, las mujeres, aprovechando este nuevo escenario, comenzaron a abrir nuevos "canales de opinión" que asoció temas de género (feminismo oligárquico). La mujer de clase alta se vió con la chance de mostrar sus opiniones y hacerlas valer en un mundo, todavía, concentrado en el mundo masculino. Un ejemplo claro, es la preocupación por la "cuestión social" que vivía el país debido a las precarias, injustas y miserables condiciones de vida de los trabajadores asalariados, tema que la oligarquía masculina no consideraba en lo absoluto.

Ejemplos de los puntos aludidos, es la primera poeta de nuestro país, Mercedes Marín del Solar, quien escribió el "Canto fúnebre a la muerte de Portales". Martina Barros de Orrego, quien ante la dictación del "Sufragio universal" por el Presidente Santa María en 1884, espetó la ley por no considerar a la mujer en dicha reforma constitucional. Otro caso, que abriría toda una vertiente de acción femenina en el país, es el de María Larraín de Vicuña, quien impondría el concepto de "Marianismo", no como una normativa virginal de castidad sino en un modelo de "maternidad social", de protección a los más desamparados.
Quien mejor llevó a cabo este concepto de "maternidad social" fue Juana Ross de Edwards. Toda una filántropa que con la ayuda económica de la riqueza de su marido (Agustín Edwards), logró comprar sitios, construir dispensarios, casas de huérfanos y hospitales en la ciudad de Valparaíso y otras zonas. El feminismo de Ross fue silencioso, de acción. No formuló una promesa de liberación de la mujer y de los pobres, sino que configuró un "Estado de beneficencia social" (Estado de Providencia).

La otra cara de la moneda son las mujeres del bajo pueblo, en donde la liberación fue bloqueada, expoliada y/o reprimida de modo creciente, tanto para las campesinas como para las trabajadoras artesanales...Chile seguía siendo un país en donde el "Señor" mandaba. Las mujeres oligárquicas se emancipaban, pero la minoría, sólo algunas.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

El verdadero Padre de la Patria: José Miguel Carrera

No pretendo entrar en polémicas - ya han habido suficientes - sobre la validez del programa de TVN "Grandes Chilenos", del cual no tengo particular apetencia, tema que da para otra entrada, pero que puso sobre la mesa el real aporte de José Miguel Carrera a nuestro proceso independentista.

Cabe recordar a los miles de chilenos ignorantes que por estas fechas celebran la independencia de Chile, zapatean, se curan como "taguas", matan gente al conducir ebrios, dan "jugo" por doquier, QUE NO CELEBRAMOS NUESTRA INDEPENDENCIA, si no que conmemoramos el inicio del proceso emancipador que terminará con la verdadera independencia en febrero de 1818.

Tampoco cabe duda que este proceso fue forjado por cientos de chilenos que creyeron en el ideario emancipador; sin embargo hubo uno que llevó la delantera por ser el primer pró"Ningún decreto, providencia u orden que emane de cualquier autoridad o tribunales de fuera del territorio de Chile, tendrá efecto alguno, y los que intenten darles valor serán castigados como reos de estado."-Constitución de 1812 -cer comprometido con la causa. Se trata de José Miguel Carrera Verdugo. Aristócrata, cierto. Pero con principios que iban más allá de satisfacer a su grupo social en una época en que la política se hacía por y para ellos.

Educado en los mejores colegios de Santiago y Lima, tempranamente fue a España a pelear contra Napoleón, sin embargo al enterarse de lo que ocurría en Chile pidió la baja y llegó a nuestro país solo con una idea en mente: conducir a Chile a su independencia. Ignorado y hasta denostado por su procedencia parental, su impulsividad y su vehemencia en lo que se proponía, Carrera apostó por un proceso no falto de piedras en su andar. El 4 de septiembre de 1811 entró al Congreso e impuso los términos que debían seguirse cuan itinerario en sus planes. Tomó el control del gobierno y de inmediato se propuso llevar a cabo una serie de obras para el bienestar de la incipiente patria. Le dio la primera bandera a Chile, su escarapela correspondiente y el primer periódico "la Aurora de Chile". Diario que citaba textual "Comencemos, pues, en Chile, declarando nuestra Independencia. Tiempo es que las provincias revolucionadas establezcan de una vez lo que ha de ser siempre: La Independencia que les librará del título de rebeldes que le dan sus agresores."-Publicado en La Aurora de Chile, el 4 de Julio de 1812 - Además estableció relaciones diplomáticas con EEUU, creó el Instituto Nacional, la Biblioteca Nacional, instó la educación pública y enfatizó la enseñanza a las mujeres y, lo más importante, dictaminó el reglamento Constitucional de 1812 el cual daba a Chile su "Imperium", o sea la facultad de nombrar y ser gobernado por las autoridades que libremente eligiera; en palabras palabras de Carrera,"Ningún decreto, providencia u orden que emane de cualquier autoridad o tribunales de fuera del territorio de Chile, tendrá efecto alguno, y los que intenten darles valor serán castigados como reos de estado."-Constitución de 1812 - Esto de inmediato generó las reacciones correspondientes en Perú.

A partir de ese momento los reveses no cesaron, derrota tras derrota militar, a Carrera lo relevarán del mando del ejército hasta que sobrevinieron los conflictos con O'higgins que alcanzarán su punto cúlmine en el desastre de Rancagua. Partió a Mendoza y nunca más regresó a Chile tras ser dejado de lado por San Martín, por las autoridades argentinas y por la poderosa Logia Lautarina a la cual pertenecía O'higgins y San Martín.

Sin apoyo alguno, Carrera seguía obsesionado con la independencia de Chile, para ello buscó apoyo en el mismísimo presidente de EEUU, el cual le financió una escuadra libertadora, la cual fue confiscada en el estuario del Plata por el gobierno argentino.

De ahí en más, Carrera se convirtió en un montonero encargado de desestabilizar el orden de Argentina luchando por convertir a este país en una federación. La muerte de sus hermanos en Mendoza no fueron más que un acicate para seguir luchando por sus ideales tendientes a pasar a Chile en algún momento. En ese intento fue capturado, fusilado y descuartizado por la oficialidad argentina a instancias de la logia Lautarina.


"Muero por la libertad de América"Al momento de morir, 4 de Septiembre, 1821 - señalaba José Miguel Carrera. Y le escribía a su mujer Mercedes de Fontecilla "Mi adorada pero muy desgraciada Mercedes: un accidente inesperado, y un conjunto de desgraciadas circunstancias me han traído a esta situación triste: ten resignación para escuchar que moriré hoy a las once, sí mi querida, moriré con el sólo pesar de dejarte abandonada con nuestros cinco tiernos hijos en un país extraño, sin amigos, sin relaciones, sin recursos - Más puede la providencia que los hombres!"

Carrera es el símbolo de la independencia y que no quepa duda que de no ser así el proceso se hubiera dilatado años más: "La figura de don José Miguel Carrera es una de las más populares y sugestivas en la historia de Chile. A su fe revolucionaria y a su esclarecido patriotismo, se encuentran unidas las más altas virtudes y las más fuertes pasiones humanas. (...) Desde los primeros años de su juventud se distinguió por su despejada inteligencia y su espíritu resuelto y audaz (...) Sin su apoyo y sin su decisión, la revolución incierta y vacilante en un principio, habría fracasado o quizás tardado algunos años todavía en entrar de lleno en el camino que había de levarla a su fin".


"Pido a las generaciones futuras que algún día reivindiquen mi nombre, ya que muero como un bandido en tierra extraña."

sábado, 30 de agosto de 2008

Memoria y Presente

...la memoria es la vida. Siempre reside en grupos de personas que viven y, por tanto, se hallan en permanente evolución. Está sometida a la dialéctica del recuedo y del olvido ignorante de sus deformaciones sucesivas, abierta a todo tipo de uso y manipulación. A veces permanece latente durante largos períodos, para luego revivir súbitamente. La historia es la siempre incompleta y problemática reconstrucción de lo que ya no está. La memoria pertenece siempre a nuestra época y constituye un lazo vivido con el presente eterno; la historia es una representación del pasado...
Pierre Norá, "Los lugares de la memoria"

Evolución histórica del género en Chile (Parte 1)

Primero que todo hay que aclarar que la historiografía de principios del S.XX estuvo abocada en un ciento por ciento a historiar los grandes procesos políticos, fechas de batallas y procesos trascendentales para la patria, incluyendo a los grandes personajes constructores del ethos nacional; sin embargo tras la segunda guerra mundial - incluso durante la segunda - apareció toda una oleada de historiadores que trascendieron a dicha historia para imbuirse en la historia no tradicional. Es decir, a la historia residual, a la historia de los marginados, a la historia de las capas populares; de este modo a partir de la obra de Marc Bloch, Lucian Febvre, Fernand Braudel y otros, fundaron la Escuela de Estudios Económicos y Sociales de los Annales franceses. Temas como la muerte, el suicidio, la sexualidad, el encierro, los vaivenes de la economía, las estructuras de larga duración como el capitalismo, como la religión y otros partieron a ser historiados tal como lo había sido durante fines del S.XIX y principios del XX la historia política. No quedaron fuera temas tan potentes como las mentalidades, el imaginario, estudios urbanísticos y, por supuesto, la mujer. A propósito de esto es la oportunidad para hacer mención a quien me inició en estos temas, el premio nacional de historia 2008, Sr. Eduardo Cavieres, quien ha cultivado estos estudios en el ámbito universitario con una gran capacidad pedagógica.

Bueno, nuestro propósito en las entradas siguientes es explorar, sin el ánimo de elaborar grandes tesis al respecto, el papel que jugó la mujer desde mediados del S.XIX hasta la vuelta a la democracia en 1990.

El arquetipo de la mujer entre los decenios que van de 1810 hasta 1860, estaba regido por los mandatos de la Iglesia católica. Una mujer debía siempre estar escondida, sin ser vista, ocultándose tras biombos, tras casas fortificadas, con gesticulaciones medidas y modestas. En otras palabras, la mujer se constituía en un adorno, en un objeto que la hacía ser un "sujeto de lo oculto" y cuyo destino era entregar a un extraño - sin amor por lo general - la flor y el elixir de su corporalidad: la virginidad. Un trofeo para el hombre que la adueñaba para sí y que la exhibía en los salones de las tertulias.

martes, 18 de marzo de 2008

Judas, un incomprendido más de Arkham

Se acerca semana santa, y aparecen todos los ritos correspondientes a esta fecha, como por ejemplo no comer carne el viernes santo - aunque el tema es una patraña, porque a las 12.00 del día sábado comienzan los asados, los choripanes, etc. Está también, un día antes del viernes santo, el lavado de pies, la no celebración de misas esperando la resurrección del Señor el día sábado y asi otros tantos símbolos de semana santa. Para que hablar de los "huevitos" y de la "quema" de Judas.
Esta última una tradición que curiosamente, por múltiples motivos, está en entredicho puesto que el doceavo apóstol habría sido el responsable de que Cristo cumpliera con su misión en la tierra por su condición humana que lo hacía dudar ante el padecimiento que se le acercaba: Entonces Judas sería el responsable de la misión del nazareno: redimirnos de los pecados y entregarnos la promesa de vida eterna. Por lo tanto, la "quema" de Judas podría aparecer más como un continuo histórico medieval que como una tradición justificada. No por algo los niños son los grandes protagonistas de este rito.

El origen de esta tradición se remonta al siglo VIII, cuando Carlos III reprodujo en su corte el carnaval popular que se realizaba en toda España. La Quema del Judas tradicionalmente ha consistido en la confección de un pelele de forma humana que se cuelga de una cuerda tendida entre dos balcones y al que antiguamente se daba muerte ritual, incluso a base de disparos de escopeta, justo al mediodía del Sábado Santo. Una vez muerto el pelele la gente solía romper contra el suelo cacharros viejos, con lo que se delimitaba el área donde "no podía entrar el demonio". Según fuentes antropológicas, sin embargo, es posible vincular esta celebración con el antiguo mundo ibero-romano y sus fiestas, tales como las saturnales (fiesta desenfrenada en la cual se expulsaba al año viejo), las lupernalias o lupercalias (ritos flajelatorios de purificación y fecundidad) y las fiestas en honor a Jano (divinidad protectora del comienzo del año).

Cada año durante la última semana de la Cuaresma o Semana Santa, grupos de niños y jóvenes salen a las calles del "País del miedo" a pedir "monedas para el Judas". Muñeco confeccionado con ropas viejas y que es generalmente quemado públicamente el Domingo de Resurrección.

En nuestro asilo, esta tradición se remonta hacia 1900, pero fue a mediados de la década del '50 cuando esta costumbre se masificó.

Con el transcurso de los años la "quema del Judas" ha ido introduciendo algunos cambios y ahora es posible encontrar a los más odiados personajes de nuestro asilo personificados en estos muñecos de trapo.

El domingo de Resurrección es el día escogido para vengar la traición de Judas. Cerca del anochecer el paupérrimo muñeco es colgado en plena calle a vista y paciencia de toda la comunidad y a la espera de que una llama inicie su fin, sin dejar de cumplir el rito del testamento.

Cuando la hora del castigo se acerca, un miembro del grupo inicia su graciosa lectura, que deja como herederos a los vecinos del sector y en donde una supuesta viuda cobra especial relevancia al defenderlo.

La quema de Judas, entonces, se escapa un tanto del dogma, no tiene una raíz dogmática, sin embargo tiene un sustento en palabras del evangelio. Específicamente la narración del evangelio de Marcos, que anota que luego de entregar a Jesús, Judas se arrepiente y va a hablar con los sacerdotes para devolverles las 30 monedas de plata obtenidas por su traición, ya que el condenado es un inocente. Tras serle rechazado el dinero, Judas lanza las monedas al suelo del templo. Los sacerdotes le dicen que eso ya pasó no hay vuelta atrás. La cosa es que Judas se desprende de las monedas y se ahorca. Lo que hay es una especie de sutentación de la quema de Judas. Se quema a un Judas ahorcado, que está colgado de un palo. Al ser quemado, con unos pocos cuetes que le meten, las monedas que los niños colocaron en la figura explotan y se desparraman, figurando la forma en que Judas habría desparramado las monedas en el templo.

Sea cual sea la verdad, trastocada por el paso de los siglos, no cabe duda que Judas Iscariote se merece estar en este asilo por haber sido un incomprendido, o bien un traidor de marca mayor. Sólo basta esperar al domingo de resurrección para reditar esta tradición que - aunque sea por una noche - pretende hacer purgar a este personaje bíblico.

jueves, 21 de febrero de 2008

Nuestra nula afinidad con el carnaval!!

La tradición histórica de este país no conoce de grandes celebraciones colectivas, asi como tampoco hemos sido dados a las fiestas. Cuando se habla de nuestra identidad, siempre se habla de lo grises que somos, de lo apagados, de lo poco que demostramos estados de felicidad a la hora de crear y recrear nuestro baile nacional, de la profunda tristeza que denotan nuestros poetas, de los rostros de la gente cuando caminan por las grandes urbes. De hecho, históricamente hablando, las grandes celebraciones que conocía nuestro país durante la Colonia era cuando nacía el primogénito del rey - hecho que se conocía con un retraso de dos años aproximadamente -, situación que ameritaba el embanderamiento de todas las casas, las chinganas ardían entre los peones y gañanes que gastaban sus míseros centavos en una "cañita" y las tertulias aristocráticas se dejaban acompañar por polcas u otros tipos de bailes afines. En síntesis, Chile no conoce ese concepto tan latinoamericano - aunque también se encuentra en Europa - que es el de carnaval.

Para aclarar el origen del carnaval los estudiosos se remontan hasta precedentes de distintas civilizaciones que, sin usar el mismo concepto de la fiesta, han manejado objetos y utensilios similares a los que se usan en un carnaval, y recuerdan el origen remoto que pueden suponer las bacanales (fiestas en honor de Baco), las saturnales (al Dios Saturno) y lupercales (al Dios Pan, éste es asociado con Dionisio pues Pan era el dios de la fertilidad y de la sexualidad masculina desenfrenada), celebraciones que se conocieron tanto en la antigua Grecia como en la Roma clásica. Sin embargo, un carnaval es una celebración pública que tiene lugar inmediatamente antes de la cuaresma cristiana, con fecha variable (desde finales de enero hasta principios de marzo según el año), y que combina algunos elementos como disfraces, desfiles, y fiestas en la calle. Manteniendo, entonces algunos rasgos de las celebraciones clásicas, como la bebida sin límites, el juego de seducción escondiendo los rostros tras sendas máscaras, etc. Por lo tanto, el carnaval se debate entre lo sacro y lo profano. El carnaval concluye en el martes de carnaval, que es el último martes antes del inicio de la Cuaresma cristiana. El período de carnaval se conoce también con el término francés de Mardi Gras, 'martes graso' o de la grasa (tocino). Durante la Cuaresma los cánones católicos indican que no se deberá de comer carne, sino pescado y verduras.

A comienzos de la Edad Media la Iglesia Católica propuso una etimología de carnaval: del latín vulgar carne-levare, que significa 'abandonar la carne' (lo cual justamente era la prescripción obligatoria para todo el pueblo durante todos los viernes de la Cuaresma). Posteriormente surgió otra etimología que es la que actualmente se maneja en el ámbito popular: la palabra italiana carnevale, que significaba la época durante la que se podía comer.

Sea cual sea la acepción correcta, el término carnaval posee un carácter lúdico que se replica en varias partes - en la mayoría - de Latinoamérica como en México, Panamá, Uruguay, Brasil, Colombia, Perú, República Dominicana, etc. La pregunta no se deja esperar. ¿Y Chile tiene carnaval? Volvemos al principio de esta entrada para responder si es que nosostros tenemos carnaval. Grandes fiestas nosotros no tenemos...esas katarsis colectivas que se ven en Cádiz, Canarias, Venecia o Río de Janeiro para nosotros son desconocidas. Las teorías del porqué son muchas, sin embargo me inclino por el carácter mestizo de nuestra cultura y, más todavía, por el trauma de la conquista. Recientemente alguien me comentaba que si hiciéramos un análisis mitocondrial de toda la población chilena, el 80% poseería sangre mapuche, y siguiendo la lógica de las largas duraciones de Braudel, el carácter de vencidos nos predispondría a ser una sociedad que no tiene qué celebrar, otorgándonos ese tono opaco que se evidencia en la falta de color en nuestra ropa, en hacer películas que poseen un cariz melancólico y de frustración, a no tener festividades colectivas que nos unan a todos (porque el 18 es sólo una fiesta popular - en la cual se desconoce el verdadero significado - en términos de salir a ramadas o fondas), en que el arte de nuestra Violeta no era muy alegre que digamos, y así...tantos ejemplos que hablan de nuestro espíritu ajeno a la fiesta.
La única instancia en que el país - desde el roto hasta el descosido - se une (y tal vez no como antes) es con el Festival de Viña. Hace veinte años atrás tres cuartas partes del país estaba sentado frente al televisor viendo a KC, a la Rafaella Carrá, al gran Camilo Sesto o a Julio Iglesias entre tantos otros. Era la gran fiesta del país, sin embargo los fenómenos de globalización y embrutecimiento colectivo, hacen que el festival hoy de paso a lo paralelo: a las tetas siliconadas, a la ambición de Camiroaga de animar el festival, a la Argandoña hablando veinte mil huevadas en vez de pagarle a la gente de Pelarco a la cual le debe plata. Por eso, esperemos el 18 de septiembre y el año Nuevo, tal vez algo de jolgorio resulte.

lunes, 3 de diciembre de 2007

Por qué había que matar? (2ª parte)

Como sabemos, hacia 1907, como consecuencia de la gran huelga producida ese año, se ve fuertemente amenazada la capacidad productiva de las oficinas salitreras. Los tres actores principales: obreros, patrones y Estado chileno conciben y actúan el conflicto desde perspectivas esencialmente diferentes. Al obrero de la pampa, las condiciones de vida le parecían insoportables y no estaba dispuesto a posponer más sus reivindicaciones. Desde la óptica del capital, el patrón no concibe efectuar lo que estima concesiones al factor productivo trabajo. Por lo que dice al Estado, éste percibía la pampa salitrera como un enclave económico que los proveía de ingresos y no como una realidad social susceptible de interés político.

En este drama social, en donde por añadidura el escenario lo constituye la pampa y no la ciudad, obreros y patrones ven en el Estado al ente, supuestamente neutral, capaz de dirimir el conflicto. Claro está, lo que pampinos y capital demandaban del gobierno central eran asuntos que diferían radicalmente entre sí. Los primeros apelaban al papel redistributivo inspirado, supuestamente, en la idea de justicia social que asignaban al Estado. Los segundos reclamaban de éste una participación más activa en el cumplimiento de lo que pensaban era una responsabilidad social subsidiaria ineludible por parte del Estado, papel que se sustentaba en su obligación de salvaguardar la reciente soberanía alcanzada sobre la región.

Pero el Estado chileno tenía su propio libreto sobre el norte en general y acerca del conflicto en particular. En efecto, el norte existía en tanto enclave económico, silente de voces humanas, proveedor de ingresos e importante comprador de servicios (arrendamiento de terrenos). Más aún, traspasado por una concepción del espacio acuñada tras larga data, reconoce y cuenta la existencia social, política y cultural de la ciudad costera y su estilo de vida citadina - Iquique -, pero le resulta dificultosa percibir el hinterland como una entidad que cuente más allá de mera realidad productiva.

Además, para un Estado intrínsecamente comprometido con el centro, para el que las simpatías estructurales están derechamente alineadas con el capital y que, por añadidura, se encuentra nutrido por valores de estilo victoriano, sustentadores del orden y la disciplina, su irrupción en el conflicto entre patrones y obreros no podía ser neutral. Y actúa su papel conforme a un guión conocido: hay que someter las fuerzas del caos que desestabilizan al sistema y reinstalar el orden que regía el circuito de recursos que surtían a la metrópoli.

Ocurrida la tragedia, podríamos anotar, entre otras, las siguientes consideraciones:

1. Siguiendo a Hanna Arendt, la política es una suerte de momento en donde los individuos se encuentran, ya sea en la polis, en el foro, en el parlamento u otra entidad de similar naturaleza. En síntesis, ocurre donde los individuos son iguales.

2. En los términos de Jacques Ranciére, la política permite distinguir entre el bien y el mal, lo justo y lo injusto. Para ello, coincidiendo con Arendt, es menester que existan condiciones de igualdad.

3. En este sentido, para el Estado chileno, la política en el norte se desarrolla en el espacio urbano - Iquique -; la pampa es silencio.

4. El pampino, de algún modo, intuye y conoce esta situación. Por ende él y su familia, para existir y contar, se deben desplazar del silencio a la ciudad costeña.

5. La gran huelga de 1907 marca la presencia de la desigualdad. Esta carencia de igualdad - o de lo político -, produce daño. Y, en política, el daño significa que el demos, el pueblo, no es contado. Esto es: existe una categoría social - el obrero pampino - que no se cuenta. Cuando ello ocurre, no se tiene más rango que el de ser una masa indeferenciada, que no posee riqueza ni virtud.

Así la represión de 1907 expresa un acto de control social, un acto de policía no de política.

En 1907 se pone de manifiesto un Estado nacional - central - y, por lo mismo, no reconoce ni asume lo regional.

El año 1907, en la Escuela Santa María de Iquique, refleja la intolerancia del centro frente a la disidencia, ante la diversidad y en relación con los que no cuentan.

domingo, 18 de noviembre de 2007

En qué consiste la biopolítica?

Desde Michel Foucault, que buscó pensar con ese concepto las nuevas formas de poder que producen y regulan la vida de las poblaciones, el término se ha vuelto omnipresente en los estudios teóricos y en los círculos intelectuales locales. ¿Es útil la noción de biopolítica para intervenir en nuestra sociedad?

Como el Estado, ese dios mortal, no acaba de morir, diversos espectros se arremolinan en torno de su nombre. Uno de ellos se hace presente con insistencia en la escena cultural, académica e intelectual actual: el discurso biopolítico. ¿De cuál de nuestras experiencias procede y cuál de ellas ilumina? ¿En dónde se origina su omnipresencia en círculos académicos, intelectuales y periodísticos? ¿En qué se cifran las esperanzas que ciertos intelectuales y organizaciones de la sociedad civil hallan en su rostro esquivo?

En su forma actual, el discurso biopolítico reúne abordajes teóricos heterogéneos referidos a dos grandes cuestiones: por un lado, la vida pensada metafísicamente más allá de sus aspectos biológicos, históricos o sociales; por el otro, el fenómeno político y sus actuales mecanismos de sujeción, control y administración. No hay dudas de que es Michel Foucault quien a mediados de los '70 inauguró este campo de indagación. El pensador francés —de quien acaba de publicarse Nacimiento de la biopolítica— emplea este concepto para referirse a una transformación fundamental de las sociedades modernas: el pasaje de una forma de ejercicio del poder basada en el principio de soberanía ("hacer morir o dejar vivir") a otra basada en un principio de normalización de grandes poblaciones ("hacer vivir o dejar morir"). Mientras que la primera forma es de naturaleza jurídica y se centra en la ley como instancia ordenadora del pueblo (sujeto político), la segunda se despliega en un conjunto de mecanismos de control y administración (control sanitario, de natalidad, etcétera) que produce y regula la vida de las poblaciones (sujeto biológico). Desde mediados del siglo XVIII no se trata ya del dominio del príncipe, sino de un conjunto anónimo de técnicas.

¿Es posible hablar de una corriente o escuela biopolítica? ¿Qué confiere consistencia filosófica e ideológica a este campo discursivo, más allá de sus diferencias internas? En primer lugar, el pensamiento de la biopolítica constituye un campo habitado en gran medida por intelectuales europeos de los países centrales, cuyas comunidades políticas tienen una antiquísima impronta estatal; por otro lado, el discurso biopolítico nace como un modo de tramitar la experiencia europea de las guerras mundiales y sus respectivos genocidios, tramitación que toma la forma de una lectura retrospectiva que comienza con el Estado absolutista y encuentra allí el "origen" de diversos totalitarismos. Ahora bien, estos intelectuales europeos se inscriben en una larga tradición que supo dar respuestas a las experiencias de desgarramiento y conflicto desde fines del siglo XVI. Enfrentado a las guerras de religión, el pensamiento político del antiguo continente inventó un dispositivo pacificador cuya forma originaria es el Estado moderno. El principio que lo rige es la soberanía, un poder que no procede de Dios sino que se justifica, en última instancia, en el pueblo. Frente a lo que una nueva clase, la burguesía, experimentó como una intromisión de este Estado leviatánico en su esfera de libertad natural, se instituyó un sistema de limitaciones del poder soberano cuya invención y sofisticación se atribuye a la tradición liberal. Por otra parte, frente al avance de las masas, que el liberalismo nunca había imaginado como sujeto político, surgieron diversas doctrinas sobre la función del Estado. Los nacionalismos extremos se propusieron el ideal de una sociedad totalmente homogeneizada; el marxismo imaginó la toma del Estado como el mejor medio para que éste alguna vez dejara de existir; la solución bienestarista abogó por una contención y protección de la sociedad civil que, entendía, había quedado abandonada a sí misma.

Si bien el discurso biopolítico se inscribe en esta tradición política, nace como respuesta al Estado "policía", aquel que desarrolla mecanismos cada vez más complejos de control y administración de la población. El correlato existencial de esta forma de pensamiento es una creciente impugnación del Estado como instancia de construcción política y, por ende, el abandono de todo proyecto de ocupación estatal. Al renunciar a un pensamiento del Estado, el discurso biopolítico constituye un gran quiebre respecto de la tradición filosófico— política occidental e inaugura así nuevas formas de pensar los diversos aspectos de lo político. Acontecimientos que acaso en otra época no hubiesen tenido mayor relevancia política, como las marchas antiglobalización, la rebelión de poblaciones indígenas en el sur de México y la explosión de las demandas expresadas en clave minoritaria (cuestiones de género, minorías étnicas, organizaciones de defensa de derechos ambientales, culturales, etc.), adquieren hoy el carácter ejemplar de las luchas de resistencia. Del lado de la sospecha, de lo enmohecido, de lo asfixiante quedan, pues, "antiguas" formas de inscripción política: partidos, sindicatos, movimientos de liberación nacional, etc. Si se lo piensa en relación con las instituciones del saber y con formas de subjetividad propias de las sociedades de Europa central, el pensamiento biopolítico hace inteligible a un tiempo su presente histórico y resulta inteligible como producto de él. El destino de esta formidable ruptura, que ya ha demostrado una inmensa productividad en el orden del pensamiento, es aún una incógnita.

Preguntemos de nuevo: ¿De cuál de nuestras experiencias procede el discurso biopolítico y cuál de ellas ilumina? ¿Por qué abarca cada vez más espacios en las universidades y en los medios de difusión periodísticos e intelectuales? ¿En qué se cifran las esperanzas que suscita? En nuestros pagos, este discurso no remite —ni podría remitir— como punto inicial de una genealogía al Estado absolutista, ya que éste brilla por su ausencia en la historia latinoamericana. ¿Podría decirse, entonces, que entra en acción a fin de procesar las experiencias de dominación y terror propias de los repetidos golpes militares —en particular, la dictadura de 1976—1983—, de modo análogo a como operó en Europa en relación con los totalitarismos? Afirmar esto supondría identificar ambas experiencias. Sin embargo, mientras que los regímenes de terror nacieron en Europa como respuesta a momentos de desarticulación social y política, en Chile —podría decirse a grandes rasgos— se originaron como mecanismos para producir esa desarticulación social; las dictaduras militares fueron irrupciones ilegítimas ideadas para modificar el esquema distributivo, pero no experiencias de unificación. En modo alguno cabría hablar del Proceso de Reorganización Nacional como la construcción de un sujeto político homogéneo, sino más bien como una secuencia de destrucción y fragmentación de cierto sujeto políticamente organizado.

Detectar los padecimientos contemporáneos, describir una plétora de mecanismos de sujeción e incluso imaginar un adversario no convierten a la biopolítica en una forma de discurso político. En todo caso, su máxima potencia en cuanto "discurso político" consiste en identificar la experiencia del vacío abierto por la retirada del Estado con el campo político como tal. Hasta aquí su aporte. Con todo, este proceso no suprime el Estado, no indica cuál es su nuevo lugar ni, menos aún, cómo debe ser ocupado para que esté a la altura de nuestro tiempo. Desde este punto de vista, la máxima potencia de la biopolítica es también su más alta flaqueza. La biopolítica encuentra así el punto arquimédico a partir del cual puede desplegar su productividad: la crítica de aquellas instituciones en las que previamente ha podido inscribirse y ser reconocida. El entusiasmo que esta crítica despierta recuerda al del viejo Kant ante la Revolución Francesa: la reconocía como un avance de la razón, pero la prohibía como método político. Del mismo modo, la biopolítica renuncia a desmantelar aquello que su discurso critica, pero sabe —es su secreto— que nada la puede privar de la degustación anticipada de tener un adversario.

Si el pensamiento político es la invención de un dispositivo para la vida en común, la mera crítica es insuficiente. En condiciones de fragmentación social, un pensamiento político responsable es aquel que proyecta en el vacío un nuevo rostro de las instituciones. También del Estado.

lunes, 5 de noviembre de 2007

Por qué había que matar!! (1ª parte)

Sublimes víctimas que bajaron

desde la pampa, llenas de fé

y su llegada lo que encontraron

la ruin metralla tan solo fue.


Pido venganza para el valiente

que la metralla pulverizó

pido venganza para el doliente

huérfano triste que allí quedó.


Pido venganza por el que vino

de los obreros el pecho abatir

pido venganza para el pampino

que como bueno supo morir.


Baldón eterno para la fiera

masacradora sin compasión

quedó manchada con sangre

como un estigma de maldición.

Francisco Pezoa, "Canto a la huelga"
El recuerdo y la memoria histórica, en manos del bajo pueblo, constituyen un arma política de largo alcance. Su uso libre por la sociedad civil y, sobre todo, por los pobres y marginales, puede constituir, pues, un peligro grave para el sistema y para el Estado. Por lo que éste tiende a "regular" esa libertad. A "intervenir" en la instalación pública de los recuerdos y en la configuración civil de la memoria social. A fijar un calendario institucionalizado de "conmemoraciones" y a reglamentar la transmisión educativa del "saber historiográfico". Procura que los recuerdos dolorosos del bajo pueblo permanezcan en el ámbito privado o como efemérides iracundas, que el mismo Estado convenientemente atiza (como los 11 de septiembre) para hundir el recuerdo en la ira, la ira en un puro gesto de violencia, y la violencia en la reacción policíaca que legitima el "orden" del sistema. Para evitar, en suma, que el recuerdo gire hacia la acción política totalizada.


Una forma de mantener el recuerdo popular en el pozo estéril del recuerdo ritual y la violencia simbólica es evitar que se convierta en una memoria pública a la vista de todos. En un trozo de conciencia que, en exhibición abierta, se muestre al respeto y a la consideración de todos. Los monumentos son trozos de memoria social en exhibición pública. Indicios materiales que convocan a la reflexión ciudadana. ¿Por qué un monumento a los héroes de Iquique y no uno a los mineros masacrados en la Escuela Santa María? ¿Por qué billetes con Andrés Bello y no con José Miguel Carrera? ¿Por qué Alesandri y no los muchachos muertos en el Seguro Obrero? ¿Por qué una rotonda Pérez Zujovic y no una Clotario Blest? ¿Por qué un Edificio Diego Portales y no uno Luis Emilio Recabarren?


Sin duda, la política monumentalista y toponímica es un ejercicio de la "fuerza" para gloria de la misma fuerza. Ha sido diseñada y aplicada para producir admiración, reverencia, pleitesía. No para invitar a la reflexión sobre nuestras realidades, problemas y miserias. No para exaltar la crudeza del "realismo" local sino para vanagloriar el éxito "rimbombante" de algún nacional. No educa al ciudadano instalando en su camino monumentos que le hablen de la realidad que duele, sino, sólo, de la realidad que brilla.


Sin acceso a la monumentalidad pública, el recuerdo social se ha revolcado en sí mismo, sin hallar otras salidas que los días de ira (el día del joven combatiente por ejemplo) y la cultura funeraria. La explosión pública de recuerdos "privados" y el culto "semipúblico" (bajo permiso formal de la Intendencia respectiva) a los hechos de derrota experimentados. Todo lo cual termina girando en torno a los muertos. Bajo flores funerarias. En ruta al cementerio a un emplazamiento simbólico en romería. Como una cultura de deudos y no de sujetos históricos.


Al revisar la historia, se torna evidente que la voluntad social de recordar está indisolublemente atada a la voluntad política de matar. Que es una voluntad de Estado. Que responde a una "razón o sin razón de Estado". A una lógica de fuerza que lleva rauda a la violación del sentido humano de las decisiones políticas. ¿Qué razón o sin razón de Estado genera la voluntad política de matar?


- ¿Por qué había que matar? - dice la Cantata Santa María.


La "fuerza" - como se dijo - no tiene memoria. Mejor dicho: sólo tiene memoria de su propio temor. Y sólo teme a lo que no puede matar: a la soberanía histórica de la sociedad civil; a la autonomización permanente de las víctimas; al ciclo de retorno periódico de los derrotados; a la articulación horizontal, independiente, de la opinión pública; a la tendencia del bajo pueblo a construir su propia realidad. En suma: teme a las raíces siempre vivas de la historicidad social. Que son y constituyen el fundamento perpetuo de los derechos humanos.

- "Por qué había que matar"

Sin duda, el punto en que la masa de pampinos pasó del recuerdo a la acción. De sus derechos humanos a su poder soberano. Y del poder como simple derecho a la participación en las decisiones públicas. Pues, cuando el "poder" se hace efectivo, participa del Estado. Se apodera del Estado. Y puede expulsar a los suplantadores. Y castigar a los violadores. Éste es el punto límite. El momento asesino.

domingo, 21 de octubre de 2007

Una relectura del "Laberinto de la soledad" de Octavio Paz

La primera vez - conscientemente - que me sentí marginado, recluído, al borde de lo institucionalizado fue en el año 1992, cuando por esos azares de la vida tuve que darme unos nueve meses de tratamiento para el mal de la injusticia burocratizada, estamentada, de la cual sólo pudo sacarme HHC a quien aprovecho de dedicarle esta entrada tras diez años de su partida al Valle de Josafá. El ocio de esos meses me llevaron a escribir lo que a la postre sería mi primer escrito "pseudocientífico" como historiador y, por añadidura, ganar un concurso historiográfico con pasajes directos a Temuco, lugar donde se celebraba un coloquio de estudiantes para conmemorar los 500 años de la europeización de este continente.

La ponencia se llamaba "América o el sufrimiento de hacer un continente" y básicamente exploraba el encuentro de los dos mundos con especial hincapié en la óptica que representaba la visión de los vencidos. En ese contexto me encontré con Octavio Paz, Nobel mexicano que entre su vasta producción había desarrollado un ensayo en el cual planteaba las raíces identitarias del ethos mexicano; pero soslayando ese transfondo, el texto exploraba una epísteme mucho más profunda, enquistada en principios comunes para gran parte de Latinoamérica, la soledad.

La soledad, el sentirse y el saberse solo, desprendido del mundo y ajeno a sí mismo, separado de sí no es característica del mexicano. Todos los hombres, en algún momento de su vida, se sienten solos; y más: todos los hombres están solos. Vivir, es separarnos del que fuimos para internarnos en el que vamos a ser, futuro extraño siempre. La soledad es el fondo último de la condición humana. El hombre es el único ser que se siente solo y el único que es búsqueda de otro... La soledad es una pena, esto es, una condena y una expiación. Es un castigo, pero también una promesa del fin de nuestro exilio. Toda vida está habitada por esa dialéctica... Nacer y morir son experiencias de soledad. Nacemos solos y morimos solos. Nada tan grave como esa primera inmersión en la soledad que es el nacer, sino es esa otra caída en lo desconocido que es el morir.

Desde el punto de vista de Paz, entonces, la soledad sería connatural a nuestras existencias asi como también la ruptura de ella; sin embargo, en culturas como las nuestras existe un círculo en extremo poderoso que nos ata, nos lía y nos sujeta a ella con un inusual lastre construido por el pasado que nos impide a concretar esa sociedad moderna a la cual Lühmann llama las sociedades funcionalmente diferenciadas. El por qué de la existencia de este obstáculo tiene que ver con que en la génesis de nuestra historia latinoamericana se produjo una "violación" física y mental perpetrada por los vencedores. Somos el resultado - como cultura Latinoamericana - de una afrenta sexual que perduró en el tiempo y se hace patente en muchos rasgos de nuestra cotidianeidad. No vamos a explayarnos en el surgimiento de nuestra raza mestiza ni en la relación - barraganía, amancebamiento o violación - que tuvieron los conquistadores con las nativas al momento de colonizar América; pero sí vamos a tomar de Gabriel Salazar la relación de un peón o un gañán - mestizo - con su mujer y sus hijos durante cualquiera de los siglos que van del XVII al XX para ver que el común denominador se vuelve a transformar en una soledad institucionalizada.

No se hizo presente el día del parto. Tampoco había aparecido en el último tiempo del embarazo... No se hizo cargo de ninguno de los niños... los hombres como Mateo no formaban familia. Se sentían compelidos, más bien, a "andar la tierra"... atravesando la cordillera. Apareciendo y desapareciendo... Así, poco a poco, de pura ausencia y "noticiamiento", un papá del tipo de Mateo Vega se iba transformando, en la mente de sus hijos, en una especie de leyenda. En un padre mítico, legendario, pero lejano e inútil. Por eso, a veces, se le admiraba, pero las más de las veces se le temía y rechazaba.


Cuando de permanencias históricas se trata, la figura del padre, del procreador parece desvanecerse por completo en nuestro continente y en nuestras culturas. No es extraño que el mestizo durante la Colonia haya sido rechazado por padre y madre por no presentar rasgos fisonómicos de ninguno de ellos. Es lógico entonces, si ese niño no era europeo y tampoco nativo, que se produciera el abandono de la criatura a su suerte por constituirse en un "otro", en una alteridad con respecto a los prejuicios de todos los estamentos sociales del Chile colonial y republicano. Es el mal de nacer "huacho" y de constituirse en el producto indeseado del tipo de relación que fuese, tanto para sus padres como para la sociedad institucionalizada. Al respecto, Gabriel Salazar apunta ¿Qué sentía mamá cuando escapaba corriendo de vuelta hacia su rancho? ¿Iba con pena? ¿Iba llorando? Tal vez si. Pero es probable también que no, porque, según lo que revela otro de sus "procedimientos", solía regalarnos, a plena luz del día y con una gran sonrisa en sus labios - como si fuéramos una flor de su jardín - , a algún patrón o patrona muy querido para ella. Y no era todo: otras veces preferían vendernos a la usanza - como se denominaba este "procedimiento" - a los mercachifles que proporcionaban niños huachos y chinas a las casonas y palacios de Santiago, que devoraban y consumían sirvientes como si fueran "frutos del país". En la capital, los huachos servíamos para rellenar cualquier oficio servil: desde esclavos puertas adentro de las casas señoriales, hasta las plazas vacías del Ejército de la Patria; todo, por supuesto, a "ración y sin salario". Pero eran muchas las mujeres - más de lo que cualquiera pudiera imaginar - que, en su desesperación, tomaban la decisión suprema de deshacerse de nosotros de un modo más directo: arrojándonos al fondo de una quebrada. Allí, entre el barro y el estiercol, terminábamos convertidos en carne para perros, ratas y chanchos".


La sociedad chilena del S.XIX próspero y rico gracias al carbón, el trigo y el salitre buscó en la filantropía y en algunas familias de buena voluntad acoger a estos niños; más tarde, sobre todo, desde 1930 en adelante y hasta 1973, fue el Estado el que se consagró a generar mayor justicia social. Sin embargo, quedó pendiente la tarea de reconocernos como sociedad y, también, como lo "otro".

El latinoamericano, en general, y nosotros los chilenos en particular, atesoramos intrínsicamente ese pasado patronal - atestiguado en nuestra tradición estatista, vista ésta como un padre siempre dispuesto a proveer al necesitado y, también, a castigar al que rompe el modelo preestablecido; de allí también nuestra tendencia al autoritarismo político - en donde la desconfianza, el disimulo, la reserva cortés que cierra el paso al extraño, la ironía, todas, en fin, las oscilaciones psíquicas con que al eludir la mirada ajena nos eludimos a nosotros mismos, son rasgos de gente dominada, que teme y que finge frente al señor (ejemplos sobran como el caso de la jerarquía burocrática en el tipo de empresa que sea). Es revelador que nuestra intimidad jamás aflore de manera natural, sin el acicate de la juerga, el alcohol o la muerte. Esclavos, siervos y razas sometidas se presentan siempre recubiertos por una máscara, sonriente o adusta. Y únicamente a solas, en los grandes momentos, se atreven a manifestarse tal como son. Todas sus relaciones están envenenadas por el miedo y el recelo (manifestación típica en Chile el chaqueteo y el cahuineo). Miedo al señor, recelo ante sus iguales. Cada uno observa al otro, porque cada compañero puede ser también un traidor. Para salir de sí mismo el siervo - entiéndase cualquier empleado apatronado - necesita saltar barreras, embriagarse, olvidar su condición. Vivir a solas, sin testigos. Solamente en la soledad se atreve ser. Como lo que le ocurría a Mateo Vega.

La historia está llamada a esclarecer muchos de esos comportamientos y fantasmas que nos determinan, pero no los disipará. Sólo nosotros podemos enfrentarnos a ellos. La historia nos ayuda a entender ciertos rasgos de nuestro carácter, a condición de que seamos capaces de aislarlos y denunciarlos previamente - ser honestos, en todo caso, nos cuesta mucho -.

Un ejemplo para graficar lo dicho, reafirmándome en el propio Paz. Cuándo un chileno quiere maldecir - por lo que sea - grita "Por la puta madre". Y ¿qué es la puta? Ante todo es la madre. No una madre de carne y hueso, sino una figura mítica. La puta es una representación de la maternidad; de esa india, negra, zamba, mestiza, china que era obligada a tener sexo con el patrón o lisa y llanamente era violada por un peón, gañán, negro, español o señorito. La puta es la madre que ha sufrido, metafórica o realmente, la acción corrosiva e infamante implícita en el verbo que le da nombre. Esta maledicencia no sólo se utiliza para desaprobar moralmente a una mujer o a un hombre, sino que también lleva consigo una carga implícita de fracaso, de haber fallado en algo, o bien equivale, de igual modo, a la destrucción de algo, asi como también algo que resultó fabuloso y exitoso (las menos de las veces).

El poder mágico de la palabra se intensifica por su carácter prohibido. Nadie la dice en público. Solamente un exceso de cólera, una emoción o el entusiasmo delirante, justifican su expresión franca. Es una voz que, generalmente, se escucha entre hombres, o en fiestas. Al gritarla, rompemos un velo de pudor, de silencio o hipocresía. Nos manifestamos tales como somos de verdad.

Dice Octavio Paz al respecto de las implicancias del "hijo de la chingada", equivalente a nuestro hijo de puta, o la puta que te parió, o de puta madre, o ándate a la puta. La chingada es la "madre abierta", "violada". "Estamos solos. La soledad, fondo de donde brota la angustia, empezó el día en que nos desprendimos del ámbito materno y caímos en un mundo extraño y hostil. Hemos caído; y esta caída, este sabernos caídos, nos vuelve culpables. ¿De qué? De un delito sin nombre: haber nacido."

Finalmente, y tratando de involucrar todos los tópicos analizados, la figura femenina se vuelve trascendental en esta presentación; sobre todo hoy, que está tan de moda el concepto de femicidio político para referirse a la situación política contingente que nos toca vivir. La mujer siempre se ha planteado al hombre como lo "otro", su contrario y complemento. Si una parte de nuestro ser anhela fundirse a ella, otra, no menos imperiosamente, la aparta y la excluye. La mujer es un objeto, alternativamente precioso o nocivo, mas siempre diferente. Al convertirla en objeto, en ser parte, y al someterla a todas las deformaciones que su interés, su vanidad, su angustia y su mismo amor le dictan, el hombre la convierte en instrumento ( a recordar que una de las madres de nuestra historia es Inés Suárez, amante de Pedro de Valdivia, quien al saber de la inminente llegada de Marina - su mujer - casa a su amante con su mejor amigo, Rodrigo de Quiroga, lo que nos lleva indefectiblemente a que desde nuestros inicios la mentira, el engaño, la falta de honestidad y la manipulación de las situaciones a nuestra conveniencia no es de ahora nada más). Medio para obtener el conocimiento y el placer, vía para alcanzar la supervivencia, la mujer es ídolo, diosa, madre, hechicera o musa, según nos muestra Simone de Beauvoir pero jamás puede ser ella misma. Y cuando, ocasionalmente, en este tipo de sociedades, una mujer logra revertir ser objeto para convertirse en sujeto, vuelven a asomar los fantasmas de una cosmogonía que la coloca en el centro de cualquier desgracia posible sólo por el hecho de ser la que carga con el pecado original, con la supeditación al hombre, con el estigma de ser la madre violada de los latinoamericanos....la puta madre!!!

lunes, 10 de septiembre de 2007

La construcción de un mito: Diego Portales y Palazuelos

Hace ya un buen rato que no nos habíamos pronunciado a la serie de televisión Héroes, la gloria tiene su precio. Ya llegará el momento de realizar algún análisis con respecto a la visión entregada por dicha serie con respecto a Carrera y Rodríguez; sin embargo quiero presentar algunas líneas con respecto a la última entrega, Portales: la fuerza de los hechos. Y, en particular, a la verdadera figura de quien se dice el creador del Estado chileno e inspirador de nuestra tradición republicana.

Creo que históricamente esta entrega es la más débil de las cuatro que se han exhibido, puesto que la historia central se enfoca en la vida privada de Portales más que en su gestión política. Hasta ahí todo bien, sin embargo la historia presenta algunas "lagunas" bastante trascendentales a la hora de entender ese mismo ámbito privado como por ejemplo la aparición espontánea y de la nada de Constanza de Nordenflicht, una mujer peruana que se convirtió en la amante de Portales y que le dio tres hijos nunca reconocidos por éste, situación que se subentiende tras la promesa de jamás volver a casarse tras la muerte de su esposa y amor de toda su vida: Josefa Portales y Larraín o "mi dulce Chepa" como él la solía, cariñosamente, llamar. Tampoco queda claro la situación histórica de su padre, don José Santiago Portales y Larraín, quien aparece exiliado a la isla de Juan Fernández en el año 1808, cuando en ese año el proceso de independencia aún no comenzaba y, por ende, los exilios a los patriotas tampoco. En tercer lugar, se omite absolutamente el rol de comerciante de Portales, hecho que primero lo llevó a asentarse en Perú durante algunos años, a formar una empresa con su socio de toda la vida, José Manuel Cea y, como consecuencia de estos sucesos, a hacerse del estanco del tabaco - monopolio a través del cual esta empresa gozaría del monopolio en la venta de este producto en Chile - durante los primeros años del Chile independiente. Es este negocio y su estruendoso fracaso lo que llevará a Portales a interesarse por la política, y más que por la política, su foco estuvo en la eliminación del espectro político de la facción liberal - o pipiola - que entre 1827 y 1829 gozó del poder político y que fue responzabilizada por Portales del fracaso de su negocio.

Lo que si se agradece del telefilme es que se muestra toda la pasión y la entrega que Portales puso en la organización de la naciente república, sin ahondar en la misma problemática de la organización. Tema, que por lo demás, está velado por la "mediocridad" intelectual de este anti - héroe que sólo se deja ver a través de las innumerables cartas que escribió a sus cercanos y desde donde se puede apreciar el ideario político portaliano con todo su pragmatismo político puesto al servicio de la modelación de virtudes políticas entre los habitantes del país (si es que puede llamarse habitantes a la minoría aristocrática del país, la que había manejado los destinos de la incipiente república desde la abdicación de O'higgins), lo que queda sobre manera explicitado en la frase "palos y bizcocho" como única forma de tratar a los individuos.

El hecho de que el sistema portaliano se haya extendido hasta 1891, ha generado en alguna historiografía que la figura de Portales se conciba como la del verdadero organizador de la república, y no sin razón. Diego Portales, algo contradictoriamente, señaló que todo gobierno debía basarse en principios y no en personas (atacando los caudillismos típicos del período post independencia). Dichos principios debían estar encarnados en leyes que estuvieran por sobre los individuos para que éstas modelaran el comportamiento cívico de los individuos: Su mayor expresión fue la Constitución de 1833. Misma de la que Portales en más de una oportunidad, mirando a través de sus valores políticos - muchas veces subvertidos a la mirada convencional - se burló: "De mí se decirle que con ley o sin ella, esa señora que llaman la Constitución, hay que violarla cuando las circunstancias son extremas. Y ¡qué importa que lo sea, cuando en un año la parvulita lo ha sido tantas veces por su perfecta inutilidad".


Dicho de manera mucho más sencilla, la clave para entender el pensamiento portaliano - se extraña en el capítulo respectivo de la serie Héroes - se centra en un sistema de gobierno en extremo autoritario en donde sólo se reconocen tres actores sociales destinados a regir el país y a ordenarlo. En palabras de Portales "A mí las cosas políticas no me interesan, pero como buen ciudadano puedo opinar con toda libertad y aún censurar los actos del Gobierno. La Democracia, que tanto pregonan los ilusos, es un absurdo en los países como los americanos, llenos de vicios y donde los ciudadanos carecen de toda virtud, como es necesario para establecer una verdadera República. La Monarquía no es tampoco el ideal americano: salimos de una terrible para volver a otra y ¿qué ganamos? La República es el sistema que hay que adoptar; ¿pero sabe cómo yo la entiendo para estos países?. Un Gobierno fuerte, centralizador, cuyos hombres sean verdaderos modelos de virtud y patriotismo, y así enderezar a los ciudadanos por el camino del orden y de las virtudes. Cuando se hayan moralizado, venga el Gobierno completamente liberal, libre y lleno de ideales, donde tengan parte todos los ciudadanos. Esto es lo que yo pienso y todo hombre de mediano criterio pensará igual ". Estos actores son la aristocracia santiaguina, a la cual Portales le dará la exclusividad para la elección de autoridades a través del denominado sufragio censitario, dejando entonces de lado a cualquier otro sector social por considerarlo impío y falto de virtudes cívicas, claro está que si la situación lo amerita el Presidente de la República puede desconocer la voluntad de la aristocracia, interviniendo las elecciones al interés suyo y consolidándolo como una práctica típica del S.XIX y del sistema político portaliano. El segundo protagonista de este modelo es la Iglesia Católica, a la cual se le concede la exclusividad de culto pero siempre bajo la autoridad del presidente a través del patronato - institución de origen colonial a través de la cual los asuntos de Iglesia son manejados directamente por el Estado -. Esta posición protagónica, Portales se la da por ser la institución más tradicional en Chile aún cuando bien conocida es la relación de don Diego con ella, sobre todo tras la muerte de su mujer - Chepa - y de los dos hijos que tuvo con ella: Es que usted, don Mariano (Egaña), cree en Dios, y yo creo en los curas”. Y, por último, la aristocracia militar penquista se convierte en el tercer actor de este modelo. La presidencia de la República es el "gancho" con que Portales terminará con el protagonismo de los caudillos militares. De ahí que Portales, siendo triministro y pudiéndose quedar con la presidencia, le entrega esta institución a José Joaquín Prieto (1831 - 1841) con todos los poderes y atributos que hacen de él "un verdadero rey sin corona" en palabras del estadista.

A la luz de lo ya planteado queda claro cuán controversial resulta hasta hoy la figura portaliana: Querido y adorado por algunos sectores - más bien conservadores -, denostado y odiado por la izquierda intelectual y política por ser un referente del autoritarismo político. Aún así esta figura sigue siendo objeto de análisis por su protagonismo en la organización del Chile independiente y en 2005 volvió al tapete tras encontrarse sus restos en la catedral de Santiago en donde había yacido olvidado y extraviado por mucho más de un siglo. Las paradojas de la historia. Renegó de Dios por haberle quitado a su mujer e hijos y tras ser cautivado en Quillota y fusilado en Valparaíso en 1837 de manera bastante salvaje pues resistió a las balas para luego ser acuchillado en más de treinta oportunidades por bayonetas, sus restos fueron a parar a donde menos hubiera él deseado probablemente.

jueves, 30 de agosto de 2007

El miedo (3ª parte): De la angustia individual al miedo colectivo

"Miedos Particulares": es decir, "miedos nombrados". Aquí puede llegar a ser muy efectiva en el plano colectivo la distinción que la psiquiatría ha establecido en el plano individual entre miedo y angustia, antiguamente confundidas por la psicología clásica. Porque se trata de dos polos a cuyo alrededor gravitan palabras y hechos psíquicos a la vez emparentados y diferentes. El temor, el espanto, el pavor, el terror pertenecen más bien al miedo; la inquietud, la ansiedad, la melancolía, más bien a la angustia. El primero lleva hacia lo conocido; la segunda, hacia lo desconocido. El miedo tiene un objeto determinado al que se puede hacer frente. La angustia no lo tiene, y se la vive como una espera dolorosa ante un peligro tanto más temible cuanto que no está claramente identificado: es un sentimiento global de inseguridad. Por eso es más difícil de soportar que el miedo. Estado a la vez orgánico y afectivo, se manifiesta de forma menor (la ansiedad) mediante "una sensación específica de estrechamiento de la garganta, de flaquear de las piernas, de temblor" (Jean Delumeau), unido a la inquietud ante el futuro; y en el modo más agudo, mediante una crisis violenta.

En los obsesos, la angustia se convierte en neurosis, y en los melancólicos en una forma de psicosis. Como la imaginación juega un papel importante en la angustia, ésta tiene su causa más en el individuo que en la realidad que le rodea, y su duración no se encuentra, como la del miedo, limitada por la desaparición de las amenazas. Por eso es más propia del hombre que del animal. Distinguir entre miedo y angustia no equivale, sin embargo, a ignorar sus vínculos en los comportamientos humanos. Miedos repetidos pueden crear una inadaptación profunda en un sujeto y conducirle a un estado de malestar profundo generador de crisis de angustia. Recíprocamente, un temperamento ansioso corre el riesgo de verse más sometido a los miedos que cualquier otro. Además, el hombre dispone de una experiencia tan rica y de una memoria tan grande que sólo raramente experimenta miedos que en un cierto grado no estén penetrados de angustia. Reacciona, más todavía que el animal, a una situación desencadenante en función de sus vivencias anteriores y de sus "recuerdos". Por eso no carece de razón que el lenguaje corriente confunda miedo y angustia, significando de este modo inconscientemente la compenetración de estas dos experiencias, incluso si los casos límite permiten diferenciarlas con nitidez.

Como el miedo, la angustia es ambivalente. Es presentimiento de lo insólito y expectativa de la novedad, vértigo de la nada y esperanza de una plenitud. Es a la vez temor y deseo.

La angustia, fenómeno natural del hombre, motor de su evolución, es positiva cuando prevé amenazas que, no por ser imprecisas todavía, son menos reales. Estimula entonces la movilización del ser. Pero una aprensión demasiado prolongada también puede crear un estado de desorientación y de inadaptación, una ceguera afectiva, una proliferación peligrosa de lo imaginario, desencadenar un mecanismo involutivo por la la instalación de un clima interior de inseguridad. Es sobre todo peligrosa bajo la forma de angustia culpable. Porque el sujeto vuelve entonces contra sí las fuerzas que deberían movilizarse contra agresiones exteriores y se convierte a sí mismo en su principal objeto de temor. Es, con todo, el reflejo de esas coyunturas mentales de las cuales se vale Mandrou para tematizar las grandes problemáticas del S. XVI francés.

Debido a que es imposible conservar el equilibrio interno afrontando durante mucho tiempo una angustia flotante, infinita e indefinible, al hombre le resulta necesario transformarla y fragmentarla en miedos precisos de alguna cosa o de alguien. "El espíritu humano fabrica permanentemente el miedo" (G. Delpierre) para evitar una angustia morbosa que desembocaría en la abolición del yo. Es este proceso el que encontraremos en etapas concretas de una civilización. Es una secuencia larga de traumatismo colectivo, Occidente ha vencido la angustia "nombrando", es decir, identificando, incluso, fabricando miedos particulares.
El clima de "malestar" en el que Occidente vivió desde la peste negra hasta el S.XVII puede ser aprehendido todavía gracias a un test utilizado por los psiquiatras especialistas de la infancia y que ellos llaman Test del país del miedo y del país de la alegría. Cuando se trata del primero, llevan al niño a decir su angustia - este término general es más idóneo aquí que el de miedo - con ayuda de frases y, sobre todo, de dibujos que se reagrupan en cuatro categorías: agresión, inseguridad, abandono y muerte (G. Delpierre). Los símbolos que expresan y pueblan este país del miedo o bien son de carácter cósmico (cataclismos), o están sacados del bestiario (lobos, dragones, lechuzas, etc), o bien se toman del arsenal de objetos maléficos (instrumentos de tortura y suplicio, ataúdes, cementerios), o se sacan del universo de seres agresivos (verdugos, diablos, espectros). Presentar aquí, aunque sea resumidamente este test basta para mostrar que, en el plano colectivo, proporciona una red de lectura de la época en la cual se desata la caza de brujas, las guerras de religión, la locura clínica, las guerras civiles, el hambre y las pestes - el siglo de hierro representado magníficamente a través de la iconografía de la época -. En palabras de Delpierre "Un efecto del miedo es la objetivación. Por ejemplo, en el miedo a la violencia, el hombre, en vez de arrojarse a la lucha o rehuirla, sesatisface mirándola desde fuera. Saca placer de escribir - como este interno condenado a estar encerrado en este manicomio - , leer, oir, contar historias de batallas. Asiste con cierta pasión a las carreras peligrosas, a los combates de boxeo, a las corridas de toro. El instinto combativo se ha desplazado sobre el objeto".

Ahora bien, la acumulación de agresiones que golpearon a las poblaciones de Occidente desde 1384 hasta el S.XVII creó, de arriba a abajo del cuerpo social, un estremecimiento psíquico profundo del que son testigos todos los lenguajes de la época - palabras e imágenes -. Se constituye un "país del miedo", en cuyo interior una civilización se sintió "a disgusto" y lo pobló de fantasmas morbosos. Esta angustia, al prolongarse, amenazaba con disgregar una sociedad del mismo modo como puede destrozar a un individuo sometido a un recurrente stress. Podía provocar en ella fenómenos de inadaptación, una regresión del pensamiento y de la afectividad, una multiplicación de las fobias, introducir en ella una dosis excesiva de negatividad y de desesperación. La labor ahora, era identificar la fuente, la matriz del miedo.


Ya se viene la cuarta parte...

lunes, 27 de agosto de 2007

El miedo (2ª parte): De las mentalidades al imaginario

Hoy escuché, en un canal de televisión y dentro de un microprograma, el discurso más cercano a aquella definición del imaginario que uno pueda encontrar en la cotidianeidad de la lectura referida a esta temática: "Satán vive con nosotros" decía parte del espacio. No pude más que acordarme de la reciente lectura de un artículo del diccionario de la "Nueva Historia" acerca de la problemática del imaginario.
En ese artículo, escrito por Evelyne Patlagean se define al imaginario como aquel conjunto de representaciones que desbordan el límite trazado por los testimonios de la experiencia y los encadenamientos deductivos que éstos autorizan. En palabras más sencillas, se trata de aquella frontera entre lo concreto y lo irreal que siempre está presente en la realidad humana desde lo colectivo a lo individual - en cualquier ámbito - y que desde nuestra posición en el presente, insertos en una cultura particular, trazamos una divisoria para cotejarnos con esos tiempos alejados de nosotros.

Si no ha quedado del todo claro, entreguemos una segunda aproximación al término: Corrientemente se utilizan como sinónimos los conceptos "ficción", "recuerdo", "ensoñación", "creencia", "sueño", "mito", "cuento", lo "simbólico" en el sentido de lo irreal, etc. Sin embargo, le tomaremos prestada a Gastón Bachelard su definición aclaratoria en el sentido que el imaginario apunta a la acción de librarnos de la impresión inmediata suscitada por la realidad a fin de penetrar en su sentido más profundo. O sea, el imaginario remite tanto al aspecto representativo y verbalizado de una expresión como al aspecto emocional y afectivo más íntimo de ésta. Expresiones enraízadas en las percepciones y emociones que afectan al hombre de modo más próximo que las concepciones abstractas de la intelección analítica que inhiben su esfera afectiva.

Matizando lo planteado por Patlagean con Blanca Solares, otra estudiosa de la problemática en cuestión, el imaginario se evidencia en la iconografía, una obra literaria, lo escrito como monumento de un discurso pasado, el interrogatorio de un inquisidor, los considerandos de un testamento formalizado ante notario, la recopilación de las tradiciones de un pueblo o de una región; en fin, todo aquello que sea portador de un sentido simbólico o indirecto. En palabras del historiador francés Jacques Le Goff con respecto a "El otoño de la Edad Media" - del holandés J. Huizinga - es preciso buscar el sentido de una sociedad en su sistema de representaciones y en el lugar que ocupa ese sistema en las estructuras sociales y en la realidad.

Ahora bien, el imaginario deberá cuadrar dentro de una periodización concreta - a veces un tanto difusa por los cortes curriculares de la enseñanza formal - sea ésta a través de las largas duraciones o estructuras (término braudeliano que hace referencia a grandes períodos de tiempo en los cuales una sociedad está constituída por ciertos rasgos homogéneos que la caracterizan e identifican) o bien, a través de campos temáticos circunscritos en tiempos y lugares determinados.

El advenimiento de la modernidad, desde los siglos XV al XVIII, trajo consigo un progresivo desarrollo de la razón con la consabida ruptura - parcial - de los fenómenos atingentes a la esfera clerical, junto con el desarrollo de la burguesía, intrínsicamente un sector social urbano y pragmático a la hora de enfrascarse en asuntos vinculados con la imaginería popular. Más bien, el burgués buscó encauzar el orden del mundo y dejar de lado explicaciones surgidas desde la religión, las cuales cristalizaban sobremanera en el medio rural. Robert Mandrou lo explicita de la siguiente forma: La continuidad permanece en los ambientes antiguos, el campo, los eruditos clericales, teólogos y predicadores, mientras que la burguesía ilustrada de los magistrados y los médicos descubren la posible reducción a la estafa o a lo patológico.

Lo planteo de otra forma, claro está siguiendo el derrotero de Mandrou. Entendamos por estructura mental un continuo histórico en el cual existe un conjunto de encuadres conceptuales aceptados por un individuo o un grupo, y utilizados por ellos en el ejercicio diario de sus pensamientos y actividades. Las instituciones políticas o religiosas son parte esencial de estas estructuras, las cuales son respetadas minuciosamente o, por lo menos, hasta ese momento - Ss. XVI - XVII - representaban el orden histórico - social. Pero, tras la avalancha intelectual y económica que supuso el humanismo, ese orden comenzó a trizarse y se comenzaron a buscar responsables de aquellos tiempos de miseria y caos - representado en lo que Henry Kamen designa como el Siglo de Hierro para referirse al S. XVII - lo que derivó en una constante confrontación dialéctica entre modernidad y tradición. El miedo se apoderó de toda la cultura europea dando paso a lo que Mandrou llama una coyuntura mental, es decir, climas sucesivos en los que se manifiestan las crisis, en las cuales maduran los grandes problemas que expresan la evolución de larga duración de las mentalidades, manifestaciones que se hacen intrínsecas en una vanguardia o élite social. Efectivamente, estos climas de sensibilidad no afectan al mundo campesino, que sigue inmerso en su entorno crítico de sequías, guerras y pestes, si no que se enfoca en el grupo capaz de percibir la atmósfera propia de una época: la élite intelectual, moderna, ilustrada.

Estas coyunturas mentales o climas de sensibilidad encierran, lo que el mismo Mandrou denomina, epidemias mentales o brotes de imaginería popular. Se enfrascan en una pugna las viejas tradiciones con todo el acerbo racional y moderno del siglo de la revolución científica: la caza de protestantes da paso a la caza de brujas, la etapa de la sensibilidad lagrimeante y cruel en donde destacan el morbo de la autoflagelación de monjes, las guerras civiles que afectan a buena parte de Europa, etc. En este contexto surge la evasión.

En un mundo en donde las constricciones, sociales o naturales, pesan tanto sobre la enorme mayoría de los hombres, evadirse - huir del mundo, de las realidades diarias, molestas y agotadoras - temporal o definitivamente, se presenta como una actividad compensatoria. Mundos imaginarios, relatos exóticos, fiestas y manifestaciones teatrales, Satán como fuente de poder y dominación sobre otros o el suicidio serán las fuentes más recurrentes a donde dirijirán sus pasos estos hombres que viven en la encrucijada, en el contrapunto, en el punto de inflexión de lo medieval a lo moderno.

Recién, en la tarde, escuché a Luis Eugenio Silva hablar de Satán y de cómo hoy en día nadie cree en él y en sus acciones maléficas. Comúnmente escuchamos hablar del "mal de ojo" a los recién nacidos - sobre todo en sectores populares -. En el campo cuando canta el tué - tué alguien va a morir y generalmente deberían morir dos personas más porque siempre se van de a tres. O más de alguien ha ido o conoce a alguien que practica algún tipo de actividad de hechicería, magia o quiromancia. Si no se trata de miedos, entonces de qué estamos hablando. Hoy, cuando la modernidad triunfó y todas aquellas sensibilidades e imaginarios parecían estar durmiendo en los estragos del olvido hemos de escudriñar sólo un tanto para entender prácticas y discursos de hace un par de siglos atrás que nos llevarán a comprender lo que somos hoy día.

Próximamente la tercera parte...
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