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sábado, 14 de junio de 2008

La tela del infierno

Hoy me han dejado tomar un poco de aire puro extramuros de este complejo psiquiátrico. El motivo: tan trascendental como la vida misma, ya no son tan sólo 10, sino que once. Aún así mi estabilidad mental se ha quebrado - en realidad ya venía medio quebrada por motivos ajenos a estas circunstancias - producto de esa impotencia que te da saber que todo lo que haz hecho ha sido poco y que lo que te falta por dar es infinitamente mucho. No sabes el profundo malestar que te puede provocar un detalle tan sencillo como no poder hacerle llegar a ese pedazo de mis entrañas un poco de crema con lúcuma. Los buenos momentos matizan con la insana realidad y con el enrevesado pasar de los días. Aquellos días en que solíamos estar riéndonos bajo un cielo nublado y llorón han dado paso a este devenir en el cual me falta entereza para sobreponerme a mi propia lluvia y devolverle las risas que me dio.

Fatales circunstancias que no son más que ajustes de cuentas por un pasado mal habido; cuando dicen que el infierno está en la tierra, les puedo afirmar que es totalmente cierto. Te quemas de las más inesperadas formas: cuando tus visceras te dicen "visita", cuando no eres correspondido - de la forma que sea -, cuando das lo mismo, cuando los instrumentos de comunicación no corren, cuando tu sangre deambula sin saber que tu eres su sangre. Maldita existencia que te lleva a recorrer caminos espúreos y tortuosos sólo por la irresponsable postura frente a la vida y por la falta de humildad de este pasante del asilo de Arkham.

De este modo, pasado y presente parecieran confundirse en un cuadro surrealista que se entremezcla en un pedazo de tela donde se plasman todos las faltas o las conductas amorales cometidas por un sujeto que, cuán Dorian Gray, quiere mantenerse incólume frente al paso del tiempo porque quiere cobrarse - o está obligado a hacerlo - a sí mismo cada una de las afrentas cometidas. Obvio, causa dolor. Un dolor desgarrador que se traduce en pastillas, en estados anímicos oscilantes, en ataques de ira, en constantes sentimientos de pérdida. Lo peor de todo, ese pasado y ese presente están tan líados que por un buen rato más estarán presentes. De allí que el infierno, que tiene su máxima expresión en ese cuadro, vino para quedarse por un buen tiempo.

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