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lunes, 3 de diciembre de 2007

Por qué había que matar? (2ª parte)

Como sabemos, hacia 1907, como consecuencia de la gran huelga producida ese año, se ve fuertemente amenazada la capacidad productiva de las oficinas salitreras. Los tres actores principales: obreros, patrones y Estado chileno conciben y actúan el conflicto desde perspectivas esencialmente diferentes. Al obrero de la pampa, las condiciones de vida le parecían insoportables y no estaba dispuesto a posponer más sus reivindicaciones. Desde la óptica del capital, el patrón no concibe efectuar lo que estima concesiones al factor productivo trabajo. Por lo que dice al Estado, éste percibía la pampa salitrera como un enclave económico que los proveía de ingresos y no como una realidad social susceptible de interés político.

En este drama social, en donde por añadidura el escenario lo constituye la pampa y no la ciudad, obreros y patrones ven en el Estado al ente, supuestamente neutral, capaz de dirimir el conflicto. Claro está, lo que pampinos y capital demandaban del gobierno central eran asuntos que diferían radicalmente entre sí. Los primeros apelaban al papel redistributivo inspirado, supuestamente, en la idea de justicia social que asignaban al Estado. Los segundos reclamaban de éste una participación más activa en el cumplimiento de lo que pensaban era una responsabilidad social subsidiaria ineludible por parte del Estado, papel que se sustentaba en su obligación de salvaguardar la reciente soberanía alcanzada sobre la región.

Pero el Estado chileno tenía su propio libreto sobre el norte en general y acerca del conflicto en particular. En efecto, el norte existía en tanto enclave económico, silente de voces humanas, proveedor de ingresos e importante comprador de servicios (arrendamiento de terrenos). Más aún, traspasado por una concepción del espacio acuñada tras larga data, reconoce y cuenta la existencia social, política y cultural de la ciudad costera y su estilo de vida citadina - Iquique -, pero le resulta dificultosa percibir el hinterland como una entidad que cuente más allá de mera realidad productiva.

Además, para un Estado intrínsecamente comprometido con el centro, para el que las simpatías estructurales están derechamente alineadas con el capital y que, por añadidura, se encuentra nutrido por valores de estilo victoriano, sustentadores del orden y la disciplina, su irrupción en el conflicto entre patrones y obreros no podía ser neutral. Y actúa su papel conforme a un guión conocido: hay que someter las fuerzas del caos que desestabilizan al sistema y reinstalar el orden que regía el circuito de recursos que surtían a la metrópoli.

Ocurrida la tragedia, podríamos anotar, entre otras, las siguientes consideraciones:

1. Siguiendo a Hanna Arendt, la política es una suerte de momento en donde los individuos se encuentran, ya sea en la polis, en el foro, en el parlamento u otra entidad de similar naturaleza. En síntesis, ocurre donde los individuos son iguales.

2. En los términos de Jacques Ranciére, la política permite distinguir entre el bien y el mal, lo justo y lo injusto. Para ello, coincidiendo con Arendt, es menester que existan condiciones de igualdad.

3. En este sentido, para el Estado chileno, la política en el norte se desarrolla en el espacio urbano - Iquique -; la pampa es silencio.

4. El pampino, de algún modo, intuye y conoce esta situación. Por ende él y su familia, para existir y contar, se deben desplazar del silencio a la ciudad costeña.

5. La gran huelga de 1907 marca la presencia de la desigualdad. Esta carencia de igualdad - o de lo político -, produce daño. Y, en política, el daño significa que el demos, el pueblo, no es contado. Esto es: existe una categoría social - el obrero pampino - que no se cuenta. Cuando ello ocurre, no se tiene más rango que el de ser una masa indeferenciada, que no posee riqueza ni virtud.

Así la represión de 1907 expresa un acto de control social, un acto de policía no de política.

En 1907 se pone de manifiesto un Estado nacional - central - y, por lo mismo, no reconoce ni asume lo regional.

El año 1907, en la Escuela Santa María de Iquique, refleja la intolerancia del centro frente a la disidencia, ante la diversidad y en relación con los que no cuentan.

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