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jueves, 14 de febrero de 2008

Trilogía lésbica: La cajita

"No hay nada más bello que lo que nunca he tenido"
"Lucía" - Joan Manuel Serrat


Soy una mujer joven, tengo 20 y me llamo Verónica. Soy morena, cabello corto y muy negro, ojos ámbar, labios carnosos, piernas bien marcadas, pechos medianos – como pomelos - y un trasero redondito. Me fascinan los hombres aunque mi fantasía es participar de una orgía.

Hace un par de años atrás fui de vacaciones a Viña con una amiga de la infancia. Llamémosla Laura. Ella es una amiga íntima, la conozco de suficiente tiempo. Ella es cuchepa y lleva el pelo mediano, color marrón, ojos grandes y marrones. Tiene un traserito muy lindo, unos pechos medianos-un poco más pequeños que los míos - y tiene una piel muy suave. Esa noche andábamos de carrete, tomamos cerveza, ron, vodka, lo que encontráramos a mano. Ya en casa estábamos muy aburridas y no sabíamos que hacer, por lo que empezamos a intrusear toda la casa y de pronto encontramos unos videos en un armario. Ya está, nos pusimos a ver unas películas. ¡Eran películas pornográficas!

Una de ellas mostraba a dos mujeres lamiéndose el clítoris lo que nos llevó a poner calientitas. Yo sentía que mi chocho se estaba humedeciendo y lo caliente que estaba mi amiga. Ahí fue cuando a ella se le ocurrió bajarme los pantalones y mi calzón de lunares. Yo no pude poner ninguna resistencia, estaba demasiado caliente, me pasó la lengua por mi traste y eso me excitó de sobremanera. Comencé a jadear fuertemente, aunque tenía miedo que nos escucharan, por lo que la paré antes de venirme. Le dije: - Laura, ¿qué estás haciendo? Estamos llegando muy lejos. A lo que me contestó con una sonrisa: - te voy a hacer gozar, y tú a mí, ¿o dime que no te gusta? Yo le dije - claro que me gusta, demasiado supongo, quiero más, pero ¡me da vergüenza! Ella me dijo que era normal y que ella seguiría si después yo se lo hacía a ella. Nunca antes nadie me había dado un beso en el sexo. Antes de que ocurriera esto ya nos habíamos besado y a veces tocado un poco ya que ni ella ni yo teníamos novios por esos tiempos y bueno como mujeres adolescentes, necesitamos liberarnos a veces de nuestros deseos…

Ya semi - desnudas fantaseamos que una de nosotras era el hombre, que éramos los hombres que nos gustaban y que teníamos nuestra primera vez con ellos. A ella le encantaba dominarme y me sacó lo que me quedaba de ropa para empezar a tocarme. Me miró, me besó la boca apasionadamente y me sacó y metió mi tampón con energía… después se sentó al borde de la cama y me dijo - chúpamela corazón, dame todo lo que quieras. Ay como gemía, me encantaba, era una hembra en celo.

Después de que ella me lo lamió, yo estaba empapada en mis propios fluidos agri-dulces, excitadísima, ante lo cual me dijo que la tocara... pues lo hice, y con todo el asco que me daba al principio, luego le tomé el gusto y la lamí con todas las ganas del mundo. Empezamos a hacer el sesenta y nueve y mientras lo hacíamos nos masturbábamos con los dedos y después buscamos cualquier artículo con forma cilíndrica para penetrarnos.

Como me estaba muriendo por acostarme con un hombre en ese momento, imaginaba que era él el que me estaba dando, pero al mismo tiempo pensé en mi amiga. Que ganas tenía de ser fornicada por los dos…era tan delicioso, me encantaba que me la chuparan y al mismo tiempo que me dieran... y a ella también. Nos masturbábamos con el mismo objeto. Me encantaba chuparlo. Me encantaba sentir mi deseo, mi excitación y mi sabor. Mmmm que delicioso era el sabor agridulce y metálico (recién se le había cortado el período) de mi amiga... que lo metiera y sacara rápido de mi zorra.


Después de esa noche y de las vacaciones espléndidas que tuvimos con nuestros amigos, ella se alejó de mi. La amistad se resintió a tal punto que sólo un par de llamadas al celular nos hicimos durante un buen tiempo. Hasta que la vi.
Corrí, corrí, corrí detrás de ella hasta que, sin aliento, pude alcanzarla... Siempre andas ocupada... le dije, mientras le ponía un paño empapado con cloroformo en su naricita respingona. Claro que se desmayó, claro que sería difícil transportarla, claro que sería terrible encerrarla en la cajita, aunque la cajita no estaba del todo mal: Era transparente, hecha a su medida, estaría cómoda, le daría todo, podría respirar y ella podría verme, ella nunca más estaría ocupada, ella siempre estaría a mi lado...En la cajita. Y con ella, desmayada a mis pies, pensé que sería mejor destruirla, que ni la perfecta cajita podría contener aquella belleza que siempre me sería ajena.

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