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miércoles, 2 de mayo de 2007

Trailer y comentario de "Epopeya"

La fiebre desatada por la cercanía del bicentenario ha dado la posibilidad a todos los chilenos de ver episodios acerca de nuestra historia, de modo que se genere una identificación del espectador con personajes, acontecimientos o procesos. Esa identificación no siempre se refiere a líderes de la vida política o militar sino que, también, a sucesos que configuran nuestro ethos como pueblo, entre los que se cuentan nuestros conflictos limítrofes como por ejemplo la Guerra del Pacífico.

Esa es la temática que desarrolla "Epopeya" de TVN. A través de la recreación de la guerra a partir de testimoniales tomados en los tres países a historiadores, representantes de la política y gente común y corriente se pretende reconstruir el conflicto que nos permitió acceder a las provincias de Tarapacá y Antofagasta, segregándoselas a Perú y Bolivia respectivamente. Todo esto matizado por Rafael Cavada quien presenta y conduce el programa por las líneas que el documental sigue.

A estas alturas no vamos a plantear nada nuevo con respecto a la "Guerra del Salitre" - nombre alternativo de este conflicto - o a sus causas o consecuencias, estas últimas en extenso desarrolladas por la historiografía nacional y por el debate ultra conocido por la opinión pública acerca de la mediterraneidad boliviana. Lo que si llama a controversia son las negociaciones y la voz de quienes piden la restitución de mar al país altiplánico, pues allí es donde se generan los roces y fricciones con los vecinos del norte. Demás está señalar que la emisión del programa debería haberse llevado a cabo en marzo recién pasado y por decisión del canal público, en acuerdo con la Cancillería, se pospuso para este mes.

A título personal, y en coherencia a lo escrito en la entrada anterior con respecto a la relación con la "vecindad", soy partidario de una integración regional en pos de acortar la brecha de la pobreza y de los males del subdesarrollo en Latinoamérica. Pero también creo que la guerra se ganó en buena lid y que los tres países sufrieron en carne propia los estragos del conflicto que, por lo demás, Chile no buscó.


Nuestro país no es una nación expansionista como nos tildan los peruanos en más de un documento emanado de su cancillería como consecuencia de la anexión definitiva de Arica tras el Tratado de Lima de 1929, sino que el salitre y la ambición desmesurada y entendible de los vecinos permitió que Bolivia rompiera su acuerdo con Chile en 1878 de no subir los impuestos a los capitales nacionales que explotaban el nitrato en la Provincia de Antofagasta. El artículo mencionado corresponde al tratado de Chile con Bolivia de 1874 y dice"Los derechos de exportación que se impongan sobre los minerales en la zona de terreno de que hablan los artículos precedentes, no excederán la cuota de la que actualmente se cobra, y las personas, industrias y capitales chilenos no quedarán sujetos a más contribuciones de cualquier clase que sean que las que al presente existen. La estipulación contenida en este artículo durará por el término de 25 años". Como si fuera poco a inicios de 1879 la situación se agrava al decidir Bolivia rematar la compañía de salitres y ferrocarriles de Antofagasta, que se niega a pagar el impuesto, remate programado para el 14 de febrero de ese año.

El Presidente de la época, Aníbal Pinto, decide que la guerra no es viable a no ser de que el remate se haga realidad. Pero surgirá otro antecedente que evidencia de manera concreta que Chile no buscaba el conflicto: El tratado secreto de Perú y Bolivia en caso de ataque a cualquiera de ellos por parte de una potencia extranjera (1873). Si bien la historiografía peruana ha dado a entender que se hizo parte del tratado con Bolivia por considerar que Chile ocupó la zona aludida (Antofagasta, Caracoles, Mejillones, Calama, etc.), hay que considerar que el Perú pretendía monopolizar la producción del salitre - como lo demuestra la compra de la mayoría de los activos ingleses en territorio peruano - y en ese contexto los capitales chilenos en Antofagasta eran un obstáculo mayúsculo a dichas pretensiones.

Entendamos entonces que nuestro país se ve forzado a declarar la guerra el 5 de abril de 1879. La guerra del Pacífico, entonces, ha de ser comprendida como una conflagración de tipo económico que debido a los azares de un conflicto bélico supuso anexiones territoriales que fueron en directo perjuicio de Perú y Bolivia. Esa es la guerra que quiere colocar "Epopeya" en el escapárate de la discusión al igual como yo quiero que ustedes se pronuncien al respecto para tratar de sacar conclusiones a más de un siglo de diferencias, odiosidades y fricciones - donde lamentablemente salen a relucir cuestiones raciales y culturales - de parte de todos los actores involucrados.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola, saludos. Visita mi blog y en el link que copio verás el conjunto de comentarios de chilenos y peruanos, allí verás por done va la subjetividad de ambos pueblos...

http://milanta.blogsome.com/2007/03/11/la-epopeya-chilena/

JòseMiguel dijo...

Palabras sacan palabras, y odiosidades sacan más aún.En una guerra lamentablemente hay triunfadores y vencidos, siendo estos últimos los que - de manera muy humana - ven en el otro al responsable de sus pérdidas humanas, territoriales y espirituales. Yo soy de aquellos que ven la historia - por deformación profesional - como un puente para el aprendizaje de los pueblos a no repetir los mismos errores del pasado y asi construir un futuro plagado de logros y aciertos. Si Chile puede recibir a peruanos necesitados laboralmente, que vengan y tomen las oportunidades que otros no tomamos por un falso prejuicio o por lo que sea. La guerra se acabó en 1929 - con el Tratado de Lima -, lo demás es pura estupidez y limitación mental. Si Arica es nuestra, el mejor ceviche es vuestro, igual que Chabuca, Eva Ayllón, el pisco, el chorrillano, etc.

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