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jueves, 30 de agosto de 2007

El miedo (3ª parte): De la angustia individual al miedo colectivo

"Miedos Particulares": es decir, "miedos nombrados". Aquí puede llegar a ser muy efectiva en el plano colectivo la distinción que la psiquiatría ha establecido en el plano individual entre miedo y angustia, antiguamente confundidas por la psicología clásica. Porque se trata de dos polos a cuyo alrededor gravitan palabras y hechos psíquicos a la vez emparentados y diferentes. El temor, el espanto, el pavor, el terror pertenecen más bien al miedo; la inquietud, la ansiedad, la melancolía, más bien a la angustia. El primero lleva hacia lo conocido; la segunda, hacia lo desconocido. El miedo tiene un objeto determinado al que se puede hacer frente. La angustia no lo tiene, y se la vive como una espera dolorosa ante un peligro tanto más temible cuanto que no está claramente identificado: es un sentimiento global de inseguridad. Por eso es más difícil de soportar que el miedo. Estado a la vez orgánico y afectivo, se manifiesta de forma menor (la ansiedad) mediante "una sensación específica de estrechamiento de la garganta, de flaquear de las piernas, de temblor" (Jean Delumeau), unido a la inquietud ante el futuro; y en el modo más agudo, mediante una crisis violenta.

En los obsesos, la angustia se convierte en neurosis, y en los melancólicos en una forma de psicosis. Como la imaginación juega un papel importante en la angustia, ésta tiene su causa más en el individuo que en la realidad que le rodea, y su duración no se encuentra, como la del miedo, limitada por la desaparición de las amenazas. Por eso es más propia del hombre que del animal. Distinguir entre miedo y angustia no equivale, sin embargo, a ignorar sus vínculos en los comportamientos humanos. Miedos repetidos pueden crear una inadaptación profunda en un sujeto y conducirle a un estado de malestar profundo generador de crisis de angustia. Recíprocamente, un temperamento ansioso corre el riesgo de verse más sometido a los miedos que cualquier otro. Además, el hombre dispone de una experiencia tan rica y de una memoria tan grande que sólo raramente experimenta miedos que en un cierto grado no estén penetrados de angustia. Reacciona, más todavía que el animal, a una situación desencadenante en función de sus vivencias anteriores y de sus "recuerdos". Por eso no carece de razón que el lenguaje corriente confunda miedo y angustia, significando de este modo inconscientemente la compenetración de estas dos experiencias, incluso si los casos límite permiten diferenciarlas con nitidez.

Como el miedo, la angustia es ambivalente. Es presentimiento de lo insólito y expectativa de la novedad, vértigo de la nada y esperanza de una plenitud. Es a la vez temor y deseo.

La angustia, fenómeno natural del hombre, motor de su evolución, es positiva cuando prevé amenazas que, no por ser imprecisas todavía, son menos reales. Estimula entonces la movilización del ser. Pero una aprensión demasiado prolongada también puede crear un estado de desorientación y de inadaptación, una ceguera afectiva, una proliferación peligrosa de lo imaginario, desencadenar un mecanismo involutivo por la la instalación de un clima interior de inseguridad. Es sobre todo peligrosa bajo la forma de angustia culpable. Porque el sujeto vuelve entonces contra sí las fuerzas que deberían movilizarse contra agresiones exteriores y se convierte a sí mismo en su principal objeto de temor. Es, con todo, el reflejo de esas coyunturas mentales de las cuales se vale Mandrou para tematizar las grandes problemáticas del S. XVI francés.

Debido a que es imposible conservar el equilibrio interno afrontando durante mucho tiempo una angustia flotante, infinita e indefinible, al hombre le resulta necesario transformarla y fragmentarla en miedos precisos de alguna cosa o de alguien. "El espíritu humano fabrica permanentemente el miedo" (G. Delpierre) para evitar una angustia morbosa que desembocaría en la abolición del yo. Es este proceso el que encontraremos en etapas concretas de una civilización. Es una secuencia larga de traumatismo colectivo, Occidente ha vencido la angustia "nombrando", es decir, identificando, incluso, fabricando miedos particulares.
El clima de "malestar" en el que Occidente vivió desde la peste negra hasta el S.XVII puede ser aprehendido todavía gracias a un test utilizado por los psiquiatras especialistas de la infancia y que ellos llaman Test del país del miedo y del país de la alegría. Cuando se trata del primero, llevan al niño a decir su angustia - este término general es más idóneo aquí que el de miedo - con ayuda de frases y, sobre todo, de dibujos que se reagrupan en cuatro categorías: agresión, inseguridad, abandono y muerte (G. Delpierre). Los símbolos que expresan y pueblan este país del miedo o bien son de carácter cósmico (cataclismos), o están sacados del bestiario (lobos, dragones, lechuzas, etc), o bien se toman del arsenal de objetos maléficos (instrumentos de tortura y suplicio, ataúdes, cementerios), o se sacan del universo de seres agresivos (verdugos, diablos, espectros). Presentar aquí, aunque sea resumidamente este test basta para mostrar que, en el plano colectivo, proporciona una red de lectura de la época en la cual se desata la caza de brujas, las guerras de religión, la locura clínica, las guerras civiles, el hambre y las pestes - el siglo de hierro representado magníficamente a través de la iconografía de la época -. En palabras de Delpierre "Un efecto del miedo es la objetivación. Por ejemplo, en el miedo a la violencia, el hombre, en vez de arrojarse a la lucha o rehuirla, sesatisface mirándola desde fuera. Saca placer de escribir - como este interno condenado a estar encerrado en este manicomio - , leer, oir, contar historias de batallas. Asiste con cierta pasión a las carreras peligrosas, a los combates de boxeo, a las corridas de toro. El instinto combativo se ha desplazado sobre el objeto".

Ahora bien, la acumulación de agresiones que golpearon a las poblaciones de Occidente desde 1384 hasta el S.XVII creó, de arriba a abajo del cuerpo social, un estremecimiento psíquico profundo del que son testigos todos los lenguajes de la época - palabras e imágenes -. Se constituye un "país del miedo", en cuyo interior una civilización se sintió "a disgusto" y lo pobló de fantasmas morbosos. Esta angustia, al prolongarse, amenazaba con disgregar una sociedad del mismo modo como puede destrozar a un individuo sometido a un recurrente stress. Podía provocar en ella fenómenos de inadaptación, una regresión del pensamiento y de la afectividad, una multiplicación de las fobias, introducir en ella una dosis excesiva de negatividad y de desesperación. La labor ahora, era identificar la fuente, la matriz del miedo.


Ya se viene la cuarta parte...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

como siempre usted tan acertivo.......

me guto mucho su ultimo relato....

de hecho me ha servido de mucho en este momento.... la depresion me ta matando.....

y como ta pos... se le ha extrañado en clases.....

aps.. soy la Daniela pardo... del cepech


de toas maneras.. que se mejore pronto... pa que welva adar clases..... son muy fomes los otros profes... ya van como 3
XD

saludos pes que te bem.....

°°ArKana°° dijo...

aqui toy pos.. aciendome persente en el nuevo flog....

eso pes ...
escribame si kero

y mejoreseeeeeeeeeeeee

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