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miércoles, 21 de marzo de 2007

Los estragos del olvido: Ni tan huerfano, ni tan despojado (I)



Quiero, por primera vez en este blog, hacer una proclama. Una declaración de principios que, aunque suene pedante y soberbia, me define entre tantas y muchas cosas que logran identificarme.

Soy historiador. Tal vez por las vicisitudes de la vida, he dejado de lado por un rato la investigación, área dentro de mi profesión que desde siempre me apasionó. Sobre todo desde que descubrí la tendencia historiográfica que me identifica, los Annales franceses. Sin embargo, esta semana confluyeron dos hechos que me llevan a escribir estas líneas. Primero, el inicio del año preuniversitario y la necesidad de preparar una clase que intente explicar en qué consiste la disciplina y los elementos que confluyen en esa definición: Particular interés en la definición de "tiempo histórico". En segundo lugar, a propósito de aquello que les comentaba, y actualizando mis anquilosados conocimientos, me dispuse a revisar las últimas publicaciones sobre esta Escuela y gran sorpresa cuando me encontré con el texto de una conferencia del prestigioso profesor español Carlos Barros - Universidad de Santiago de Compostela - que señala tajante: "Hoy la Escuela de Annales no existe". Una puñalada en el pecho hubiera sido poco al leer semejante sentencia. Por primera vez en mucho tiempo me sentí un huérfano, un huacho de mierda.


Pero ¿qué es Annales? ¿Por qué tanta faramalla con la fracesita aquella?


En 1929, dos historiadores franceses fundaban la Escuela de Annales de Historia Económica y Social: Lucièn Febvre y Marc Bloch. Suena tautológico decir que fueron tremendos historiadores y sería obvio señalar que marcaron la historiografía del siglo pasado. Pero para el lector lego en estas aguas vale señalar que su sello pasó por dejar de lado la historia política, positivista, decimonónica, inspirada en fechas y batallas, dada a las biografías somnolientas de efeméride escolar para dar paso a la historia de los grandes procesos que "marcan a fuego" los gestos, las representaciones de los hombres de su tiempo a través de la exacerbación de una metodología de corte más bien materialista que usa y abusa de los cuadros estadísticos, de las series numéricas, de las "mentalidades" y de la interdisciplinariedad. La ciencia histórica más que nunca se adueñaba de las prestaciones de las Ciencias Sociales - psicología histórica, antropología estructural, lingüística, etc. - reafirmándose en este método como la patrona de éstas. Febvre en "Combates por la Historia" lo explicita como sólo él lo podría haber hecho: "Ese polen milenario - refiriéndose al objeto de estudio de un botánico tal vez - es un documento para la historia. La historia hace con él su miel, porque la historia se edifica, sin exclusión, con todo lo que el ingenio de los hombres pueda inventar y combinar para suplir el silencio de los textos, los estragos del olvido".

Desde esa temprana segunda década del S. XX hasta acá los Annales vieron grandes cambios metodológicos y de nomenclatura para el quehacer histórico. Desde uno de los inspiradores de Febvre y de Bloch - Vidal de la Blanche - hasta George Duby y Jacques Le Goff, los miembros de esta escuela historiográfica no sólo se trasladaron de Estrasburgo a París o cambiaron de nombre a la Escuela, sino que reorientaron el trabajo del historiador - disonantemente a veces - a la vez que le entregaron herramientas, temáticas, paradigmas e innovaciones metodológicas colmadas de nuevos aires a una ciencia anquilosada por el positivismo alemán de fines del XIX (que Ranke me perdone).


Hace unos días, leyendo al historiador mexicano Manuel Moreno caí en cuenta que esta orfandad que sentí al leer aquella frase citada era sólo un embate efímero. Uno, porque el hecho que existan historiadores que trabajan temas relacionados con la demografía histórica, la mujer, la muerte, la fiesta, la religiosidad popular, etc. no hace más que ratificar el legado de estos historiadores; y dos, porque la gran tarea de Annales fue pactar un compromiso social de alta divulgación de la historia. Para esta Escuela el historiador no debe ser un "anticuario" o un "guardián celoso" de los hechos históricos, por el contrario, debe velar porque exista una fuerte ligazón Academia - Sociedad y asi ayudar a que los seres humanos vivan mejor, conciliando pasado / presente / futuro.


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