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sábado, 1 de marzo de 2008

Las otras caras...de Arkham

Llegué a este manicomio por motivos que, aunque trato, no recuerdo. Pero si de algo estoy seguro, entre medicamentos y más medicamentos, es que las máscaras que me he puesto durante mi vida, algo tienen que ver con este estado de insanidad que me enerva (ojo que lo reconozco).

Para que no sea aburrido para las visitas que acuden a Arkham a vernos, trayéndonos cigarros, galletas, chocolates y todas esas cantinelas, tomaré algunos referentes - extraídos de la historia, de la vida real, del cine, de los cómics, etc. para ilustrar este estado de privación del juicio o del uso de la razón que me han diagnosticado. Además, no quiero dejar pasar la oportunidad de mencionar a Penélope Glamour - otra habitante de este asilo - que me inspiró con una entrada a escribir estas líneas.

Todo comienza, obviamente, en la niñez, y es en esa etapa donde aparece ese Papelucho que de manera tremendamente inocente ve el mundo, sin notar maldad alguna. Claro que denotando permanentemente un estado de festividad recubierta de una chanza que mi madre me la criticaba permanentemente. Papelucho es ese "cabro" chico, "hincha huevas" que anda todo el día de pantalones cortos ideando estupideces con la sola finalidad de divertirse, gracias a su astucia y agudeza para enfrentar la realidad. Misma inocencia que tenía el Conde Pátula, que aunque ser vampiro era su naturaleza, le daba miedo la sangre...por lo tanto comía ketchup.

En el umbral de los veinte años mantengo mi inocencia, sin embargo el apego a la familia y a mis camaradas políticos - y los no tanto - me lleva a sentirme todo un Nicolás Maquiavelo (lo que pueda parecer un defecto, señala, - como mentir o robar - si se realiza en función de la obtención de algo positivo para sí mismo o para terceros, deja de ser defecto para convertirse en virtud) o un Michael Corleone; los problemas de la familia y de los amigos pueden ser resueltos de manera tránsfuga, incluso reñida con la ley, sólo por el hecho de ser personas de mi círculo cercano. La doble vida; la familia y los rituales correspondientes por un lado y, por otro, el ardid, la trampa, el engaño, constituirán un viaje a descubrir que esto tiene un cariz bipolar. Sin embargo, dentro de esa mente dual, también, comienza a convivir un lado afín con Peter Pan, pues las contingencias de la vida de "grande" suponen el descuido de aquellos por los cuales uno, anteriormente, se desvivía. A tal punto que hay que viajar a la niñez para descubrir la verdadera esencia que estamos tratando de plasmar en estas líneas. Claro está, también esa afinidad con Peter Pan la comparto con Dorian Gray...el pánico al envejecimiento y a estar siempre cercano a las nuevas generaciones, de las cuales uno puede profitar para no quedar obsoleto. Lo sintetizo así: el Fauno era un siervo de otro mundo que aunque aparentemente negativo, no lo era. Pone a prueba a una niña - pruebas que podrían parecer macabras - solamente para proteger la inocencia de ésta: entre esas tantas máscaras los niños juegan un papel fundamental (los que conozcan mi historia podrán deducir qué niños y si son cercanos o no tanto).


Y si la inocencia y los niños o jóvenes han sido una tónica en las máscaras fabricadas para enfrentar al mundo....qué sería de esas caretas sin las - mis - féminas. La historia de mi vida y los comentarios de terceros me han convencido de que tengo algo de Alfie- película que no he visto por lo demás -, personaje interpretado en el cine por Jude Law, poseedor de una tendencia a relacionarse con mujeres de forma vanal: será por esa tropa de mujeres - dejando afuera a aquellas - que desfilaron por mi boca gustosa de probar distintos tipos de saliva. En este punto hay un referente femenino poderosísimo para explicar tales conductas: Katherine Cliphton - rol desempeñado por Kristin Scott Thomas en el Paciente Inglés - era una mujer apasionada e intensa pero el remordimiento de engañar a su pareja la hace sentir culpable ante ese amor - o esos amores - tránsfugas. Pero ojo, que lo estoy planteando en pretérito. Al respecto me identifico, mucho más, con ese Gary Oldman - en Bram Stocker's Dracula - que todo galante, impecablemente bien vestido y fachoso - cuan Don Johnson en los '80s - recorre Londres buscando a su amor de la eternidad...dejando ver, eso si, ese lado oscuro que le da el hecho de ser un muerto en vida, pero enamorado al fin y al cabo, o la lectura que hago yo: busca desenfrenadamente palear su soledad eterna.

A esas mujeres importantes, que me marcaron y me marcan, por personalidad, las máscaras de este insano les entregaron - en la medida de lo posible - las herramientas para que se desarrollaran. Es el caso de Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir, a quien Sartre criticaba y alababa de acuerdo a los distintos prismas de análisis que estuvieran desarrollando y discutiendo. Pero, por sobre todo, el filósofo francés amaba la libertad, incluso reconociendo a Beauvoir como la mujer de su vida, tenía relaciones paralelas con mujeres más jóvenes que él en función de la lucha en contra del paso de los años y de sus enfermedades, pues dependía en exceso de fármacos para mantener su salud que era bastante inestable.

Lo único que espero es que Bill Foster no vuelva a aparecer por este asilo.

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